Santiago “Bocha” Sheridan, Cacho Espíndola, Ricardo Scófano y Eduardo Frías se presentan el viernes 4 de junio en el escenario del Teatro Vera. Desde las 21.30, el grupo hará un repaso musical con la gente y a su vez, retribuirá con un regalo: el resultante de la noche quedará registrado en un disco compacto, que se grabará en el año.
Tienen un tronco común que es la música, como expresión heredada de sus abuelos, “reñida” con sus padres e inculcada libremente a sus hijos. Años llevan de transitar por los caminos del país, como solistas o en conjunto, con instrumentos al hombro (los guitarreros) y acunando el bandoneón hasta hacerlo llorar en una melodía. Mañana a la noche estarán desde las 21.30 en el Teatro Oficial “Juan de Vera” compartiendo el festejo por una década juntos y es que el nombre “Integración” dice por si solo lo que han pasado Santiago “Bocha” Sheridan, Cacho Espíndola, Ricardo Scófano y Eduardo Frías para llegar hasta este momento fundamental, en que la consolidación sabe a fruto ma-duro.
Un espectáculo implica siempre el desafío de programa retributivo hacia el público, por eso durante el show en que serán únicos protagonistas, grabarán el fuego afectivo que da la sala entre aplausos y sapucay y cantando bajito el registro se convertirá en disco y nuevamente el regreso estará asegurado.
El grupo “Integración” reunió a la prensa el martes por la tarde para contar el por qué de la música en sus vidas y cómo las vertientes folklóricas se fueron cerrando hasta dejarlos a la vera del chamamé en exclusividad. El “Bocha”, Scófano y Cacho Espíndola, tres de los cuatro músicos, alinearon sus recuerdos para reflejar el origen pueblero y familiar que marcó esta sumatoria de años.
Ricardo Scófano relata que “siempre quise tocar el bandoneón, quizás porque lo veía a mi padre y la prohibición de acercarme a su instrumento que mezquinaba con cariño, me hizo fabricar una llave y burlar la seguridad del ropero donde lo guardaba mientras iba al pueblo en sulky”. Nacido en la Primera Sección Lomas, en Bella Vista, la música comenzaba a ser pasión para el niño de corta edad y las opciones eran también cortas: pasar por lo de Vidal Gutiérrez cuando iba de mandados para su madre y pedir prestado el suyo por unos minutos que parecían eternos.
Con el primer sueldo como pelapapas en un barco, se compró el bandoneón y el sueño se hizo cierto. Vio a Montiel (don Ernesto), luego a Isaco (Abitbol) y desde entonces estuvo frente a su destino como un soldado.
Integró el Cuarteto Santa Ana, el Trío Corrientes y el grupo “Renacer”; compuso temas como “Cañada porá” y “Mujer de mi provincia”, por citar algunos.
Cacho Saucedo es de Alvear, Corrientes. Risueño cuenta su historia, que fue más cercana a la música desde niño y con “licencia” de su abuela, la causante de su profesión. “En el Colegio Nacional donde hice la secundaria, mi profesor de música era don Horlando De Biassi, aunque solfear no era mi fuerte y en cuanto pilló mi trampa con “Dos palomitas”, me puso una sanción. Cambiate al Mitre, me dijo un amigo y esa fue la barra que me enderezó definitivamente”. Claro, compañeros de suerte no faltaban, ya que nombra a Coquimarola, Bruno Mendoza, Juan Saccú y Marito Boffil.
“Mi padre tenía el bar y billar “San Miguel”, en la esquina de 9 de Julio y Santiago del Estero; tocaba el bandoneón y la guitarra y sus parroquianos eran Isaco y Tránsito (Cocomarola), con el que a los 15 años ya toqué la guitarra oficialmente en su conjunto”, señala y resume su trayectoria: con Ricardo Scófano y las Her-manas Díaz; con Montiel y el Cuarteto Santa Ana; con Montes en dúo, el Trío Co-rrientes y algunos temas de su autoría como “Señores soy chamamé” y “Mi linda Corrientes”, de un total de 50.
Santiago “Bocha” Sheridan nació en el Paraje San Salvador, departamento de Paso de los Libres. Se ajusta al recuerdo de la radio y la transmisión de LT12 Radio General Madariaga de la localidad fronteriza, como difusora del folklore de la región y encantadora de fanáticos de la música, como fue su caso. “Escuchaba a Montiel, Los 5 del Norte, Los Quilla Huasi, a Ramonita. Trabajaba en el campo a la par de mis padres y seis hermanos varones. La música era una utopía y la admiración de los posibles se dirigía hacia unos tíos que en diligencia viajaban de Libres a Mercedes porque allí había profesor. Yo para los 8 años tenía guitarra pero no quien me enseñe. Mis hermanos Papelón (el mayor) y Quique, andaban en la misma”. El debut guitarrero fue con “Zamba de mi esperanza”, cual sino. Para los 15 años de edad ya tocaba y con Julio Cáceres (hoy Imaguaré), Tito Gómez y su hermano Quique, recorrían el calendario escolar desde el escenario, como número fijo para los actos festivos. A los 22, estudiaba, trabajaba y cantaba. “Algo tuve que dejar y salió sorteado el estudio. Formé Las Voces de Gualamba y en la década del ‘70 fui a vivir a Asunción del Paraguay, enamorado tras una guaina que es mi esposa”. Apenas un bolso y la guitarra como equipaje, 10 años con el grupo “Vocal Senderos” hasta que llegaron el Gringo y Michel (sus hermanos) y lo entusiasmaron con la vuelta. Así nació el grupo “Reencuentro”.
Por eso “Integración” dice tanto como nombre y no se debe dejar de mencionar a Ramón Quintana fallecido en el 2006 y que fuera el cuarto músico. En la actualidad, Eduardo Frías es el bajista, instrumento que completa a las dos guitarras (de Bocha y Cacho) y el bandoneón (de Ricardo).
La fiesta de mañana, es también “la fiesta del mañana”, porque las utopías de la niñez se hicieron realidad. (MM).
Fuente: El Litoral