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Girala Yampey"Creí que, cuestionar el nombre del Chamamé, había pasado a ser una anécdota. Pero, al revisar el libro “Historia del folklore Correntino” de Ricardo Visconti Vallejos, tercer tomo, Agosto 2004, encuentro que vuelve a insistir en distorsionar su significado para denigrarlo. Con notable obstinación, pretende imponer sus ideas dando mandobles a derecha e izquierda, dignos de mejor causa. Ofuscado y enceguecido, en su propósito de mancillar la palabra Chamamé, la falsea y le endilga epítetos falaces y exagerados. Dice que no es palabra guaraní y afirma que significa: “música bastarda, de inferior calidad, poca cosa, resaca del arte popular”. Es que, desconoce las acepciones: “Enramada, techo improvisado o corredor”. Tal significado se convierte en el uso cotidiano, para designar algo no bien terminado o falto de pulimento. Por ejemplo: “Hacer así nomás, a lo chamamé” indicando que no es necesario esmerarse. Otros explican que proviene de: “Che amo’â meme” (yo doy constante sombra), o Che amome’ê (yo hamaco), o simplemente de: “Che ame’ê”, (yo entrego, yo doy)
Éstas aclaraciones, están muy distantes de las tergiversaciones y menosprecios que hace Visconti Vallejos de la palabra Chamamé, que él considera “palabreja” usada con “total falta de respeto al arte nativo”, y propone usar el nombre de “Polka correntina”, como se estilaba antes, ya que, según él, Chamamé es una palabra “ruin, insensata y miserable”. “Fue inventada por analfabetos corruptos y mal intencionados, cometiendo una cochinada, un disparate y una canallada que deshonra al arte del Taragüí”, “El término es anti-correntino, un salivazo descomedido, que impide que se difunda el auténtico folclore del interior del país con la complicidad de analfabetos que, en la ocultación de la verdad, lo pudrió todo”. “Es un engaño que arrastra basura y vergüenza”. Las deformaciones del significado, tan reiterativas como hirientes, culminan por acusar a músicos, compositores, cantantes, gobierno y pueblo, de complotar en la mentira. La terrible parafernalia que utiliza, está plagada de rencores y resentimientos. Sus desorbitadas expresiones, lesionan a los artistas y la población, tratando a los admirables músicos intuitivos de “analfabetos”, porque no leen las partituras. Los acusa de “ignorantes”, con desprecio extensivo a quien se atreva a pronunciar la “palabrota”.
El vocablo Chamamé, si se lo usa como nombre, refiriéndose a la música o al baile, se la pronuncia con orgullo y emotiva connotación, porque es un timbre de honor, un Escudo para el Correntino. Carta de presentación de su Identidad cultural. Junto con el ava ñe’ê (su idioma guaraní), es el emblema mejor bruñido y popular de su arte. Es el que da brillo a su música y a su baile. Es la nominación aceptada por su gente, por los argentinos y todo el mundo. En él se reconocen los valores artísticos del Taragüí. Siendo netamente guaraní, es un rasgo cultural que representa, con solvencia y nobleza, a Corrientes.
Es bueno disentir y discutir, alabar o manifestar el desacuerdo. Pero, necesariamente, debemos poner límites a la iracundia, moderar el lenguaje y no confundir las cosas. El asunto preocupa a Visconti, pero no se trata de “un atentado contra el arte nativo” ni “una infamia que crece en la mentira”, en el que debió emplear más de 40 años de investigaciones: “un estudio serio, objetivo y científico”, para encontrar la verdad. No se necesita tanto esfuerzo para entender el significado de Chamamé. Además, nadie pone en dudas los orígenes del folclore Correntino. Sabemos que bebe de fuentes extranjeras, además de la aborigen. Sin embargo, él afirma, orondamente, que en su conformación, no se encuentra presente la impronta guaraní.
Hay vocablos que cambian de semántica. “Quilombo”, de origen Bantú, inicialmente, denominaba el lugar de reunión de los esclavos negros. Luego, sirvió de nombre a los burdeles y fue censurada. Ahora, significa: Bochinche, despelote o “bolonqui”, como dicen los porteños. “Bailanta”, fue mal mirada en los tiempos de la extracción del tanino. Las mismas Empresas explotadoras de los quebrachales, organizaban las llamadas bailantas para “esparcimiento” de sus hacheros, entregándoles “Vales” con que adquirir bebidas y sexo de prostitutas contratadas a ése efecto, despojándolos nuevamente de esos miserables papeluchos. Por entonces, “bailanta” era signo de borracheras y sexo. Ahora, organizar una bailanta, es todo un festival. El “bar-bar” de los griegos, designaba al extranjero. Devenido en “bárbaros” entre los romanos, nombraba a quienes habitaban fuera de las fronteras del Imperio. Después, se lo utilizó para indicar al salvaje, bruto y sanguinario. En éstos tiempos, ante una bella mujer, un espectáculo emocionante o una buena comida, se dice “bárbaro”. Son cambios de significados que sufren los vocablos. En el caso de los nombres, lo que vale es el brillo que puede darle el contenido. El vocablo en sí, no otorga lustre ni esplendor. El contenido es el que valoriza y da jerarquía al nombre.
A mí, me agrada la palabra “Tango”, a pesar no conocer su significado y ser de origen africano. También me produce alegría el nombre: “Chacarera”, de la hermosa música y danza del folclore argentino, aunque no faltará quien lance su ponzoña para menospreciarla. Pero me deleita “Chamamé”, que parece acunar a la amada, con su voluptuoso sonido guaraní, expresando la intención de hamacar en los brazos a la compañera de danza. Es tan bueno el contenido como la palabra. Un piropo decía: “Te haría chamamé, si me permites”, indicando a su enamorada que la abrazaría en hamaqueos, si ella consentía. Es que el Chamamé tiene sonoridades de arrullos. ¿Por qué hemos de menospreciarlo?"
Por Girala Yampey
Publicado por Javier Lorenzo Serra a quien escribió estas líneas en
www.chamigos.com