Mario Bofill se adueñó del codiciado premio en una terna que compartía con Raly Barrionuevo y Raúl Carnota y de éste modo inscribió su nombre como Figura del año.
El premio conseguido por el autor de Conjunto pena y olvido, Viva la Pepa, Cantalicio vendió su acordeón, Juan chifla, Yo que te quiero tanto, Estudiante del interior y tantas otras de su prolífera producción, contiene además una reparación al género, relegado por décadas y considerado marginal en los denominados grandes medios de comunicación.
Los entrerrianos, tal como lo adelantó recientemente ANALISIS DIGITAL, podrán disfrutar de su obra cuando se presente en el Festival Nacional de Folklore de Diamante, donde será una de las figuras centrales.
En el rubro Solista instrumental, el premio fue para El Chango Spasiuk, que compartió las nominaciones con Raúl Barboza, Néstor Acuña, Franco Luciani y Juan Falú. En Conjunto instrumental, Rudi y Nini Flores se impusieron en la terna a Che Trío y Malosetti-Goldman.
Por Manuel Lazo
La música de nuestro Litoral tuvo por fin su noche de gloria y mayoritariamente se impuso por sobre otros géneros de la canción folklórica, alzándose con tres distinciones de las cinco nóminas del rubro Figuras del año de los premios Atahualpa.
La ceremonia se realizó en el Teatro Colonial de Avellaneda donde Mario Bofill, Rudi y Nini Flores y El Chango Spasiuk, levantaron sus conquistas que representa el triunfo de todos los exponentes de la música del Litoral, tan relegados de las denominadas grandes carteleras y de muchos medios de comunicación que por años le enrostraron al chamamé la condición de música marginal.
Paradójicamente, la conquista, fue en esa Buenos Aires poblada de miles y miles de familias emigradas de las provincias litoraleñas que buscaron en esa metrópolis mejores condiciones de vida y hacia la que marcharon con su avío del alma como lo menciona el gran poeta y sacerdote Julián Zini.
En esa búsqueda de la dignidad, muchos hermanos nuestros terminaron engrosando los grandes bolsones de miseria y hasta convirtiéndose en mano de obra barata. De esos sufridos desterrados en su propia tierra, es también ésta reivindicación, por qué a pesar de todo sostuvieron su identidad chamamecera, cuya sonoridad se puede oír hasta en los andamios como bien lo resume Antonio Tarrago Ros en su obra El cielo del albañil, donde cuenta en versos el destino de dos provincianos, Vargas y Lalanda que dejaron la Estancia El Paraisal donde les gustaba ser peón para trabajar como albañiles en Buenos Aires.
Algún día volverá, le gustaba ser peón, no se haya por acá, ya de haber una ocasión. Mientras tanto al escuchar en la radio un chamamé, el remonta un Sapukay que es su modo de volver…
El valor testimonial de estas realidades sociales que contiene nuestra música, puede hallarse también en obras como El cielo de Mantilla de Teresa Parodi y en Yo que te quiero tanto del mismísimo Mario Bofill, quien con bellísimas metáforas resume de qué modo, hasta los amores puebleros llegaron a truncarse encandilados por las luces de las grandes ciudades.
Por su parte, Rudi y Nini Flores, hijos del destacado bandoneonista Avelino Flores, alcanzaron también una justa reivindicación en el país que debieron abandonar para triunfar en Europa donde actualmente residen.
El concepto camarístico de El Chango Spasiuk, que como los hermanos Flores, integra una vertiente innovadora pero afirmada en la raíz más auténtica de la música del Litoral, alcanzó también una merecida distinción que exalta aún más su condición de músico excepcional.
Los premios conseguidos por nuestros artistas, constituyen también un estímulo de gran significación para muchísimos jóvenes que han abrazado con pasión la música del Litoral, al tiempo que acorta la brecha entre nuestro género y la hegemonía de los ritmos del Noroeste Argentino.
Fuente: Análisis digital.com.ar