Establecido como actor, músico y cantante, ahora le cuenta a los españoles que allá, en el rinconcito nordeste de Argentina, existe una ciudad llamada Corrientes que lo vio nacer, y que alberga un folklore musical del cual se siente muy orgulloso.
Muchos habrán oído hablar del chamamé, el baile típico de Corrientes. Su origen, como el de todos los folklores, es difuso; pero no hay duda de que se gestó a partir de la música del pueblo indígena guaraní. Hoy lo canta Yayo, nostálgico y febril, en su tercera entrega: “Exterior”(Galileo MC - 03) para festejar la vida y acordarse de su patria, de aquellos antecesores, y de la familia y amigos que dejó en Curuzú Cuatiá para marchar, siendo muy joven, a la capital argentina y finalmente a Madrid.
Celebró el último concierto del año con su nuevo grupo de amigos en Madrid: un gran número de músicos y actores invitados. Finalmente asistieron incluso más de los que él mismo anunciaba. La reunión fue entrañable, sólo faltaron las uvas.
A dos días del acontecimiento la intriga pudo con nosotros:
¿Cómo va a ser el último concierto del año?
Va a ser como una asamblea permanente de músicos, porque van a venir amigos invitados. Queríamos hacer una gran reunión de artistas que están trabajando por aquí para juntarnos en fin de año, cantar juntos y mostrar cada uno lo que hace. Obviamente, el que va a llevar la voz cantante voy a ser yo, pero participarán Miriam Penela, que es una cantante de tango argentina; va a estar el grupo de teatro Ron Lalá, que es un grupo madrileño de poesía y música; y vendrá Claudio H, que toca el contrabajo y la guitarra muy bien, y además compone. Estaremos todos juntos con Aníbal Aveiro, un guitarrista que está tocando conmigo.
Apenas llevas tres años en Madrid, y ya estás como en familia.
La amistad me parece el más genuino de todos los lazos que pueden tener los seres humanos. Soy un gran defensor de la amistad como vínculo.
¿Cómo se desarrollará el show?
Es un espectáculo autobiográfico donde cuento todas las peripecias que me fueron sucediendo desde que salí de mi pueblo, mi paso por Buenos Aires... Cuento algunas anécdotas cómicas:
(Cantando con la guitarra a ritmo de tango)
Cuando aquello era otro mundo
Cuando aún era inocente
y los aires eran buenos
Cuando el fuego terminó
Cuando descubrí la calle,
a estar más solo que la una,
Y decía “Dios me guarde”,
pero a veces se olvidó
Cuando recorrían las madres
esas plazas sin memoria
y el taxista me robaba
por no junar la ciudad
Cuando por seguir un sueño
perdí el pelo y no la mano
en la punta de la pestaña
un sueño se reventó...Poner en común estas cosas nos hace bien a las personas. Un espectáculo tiene que servir para encontrarnos, ha de ser como un buen libro: si después de leerlo sentimos que algo ha cambiado dentro de nosotros, habrá merecido la pena.
Lo primero que averigua uno sobre Corrientes, es que allí hay un pequeño grupo de músicos luchando por hacer valer el folklore de su tierra.
Contrariamente a lo que se supone, el chamamé es uno de los géneros musicales que mayor mercado tiene en la República Argentina. En todo el nordeste de Argentina hay una patria del chamamé muy sólida, y la gente tiene una conexión especial con esta música. Lo que sí es cierto es que es una música muy local en la que se habla de las costumbres y las cosas del lugar; lo que tal vez hace la proyección internacional más complicada.
Tiene algo tribal y bailable que me parece muy interesante. Es una de las músicas más antiguas de la cuenca del Río de la Plata. Aparece en el año 1607, cuando los jesuitas llegan a manos de los guaraníes (pueblo indígena del sur de Brasil, Paraguay y norte de Corrientes), con las primeras misiones de la compañía de Jesús. Se encuentran con que los guaraníes tenían una gran afición por la música. Lo que hacen los jesuitas es llevar de la mano de Fray Luis de Bolaños violonchelos, violines, acordeones, etc. La colonización pasa por unirse en el arte. Por cierto, los guaraníes eran antropófagos, así que se comieron dos o tres jesuitas, pero después ya no.
Se habla de una colonización mutua, en la que los jesuitas acabaron formando parte del pueblo guaraní, y por eso la Iglesia los termina expulsando. Yo tengo un tema escrito que se llama Memoria Negra - que algún día lo editaré-, donde hablo de que la memoria muchas veces es un arcón que no queremos abrir. Una las razones que esgrimía la Iglesia para expulsar a los jesuitas y guaraníes, es que los guaraníes creían en la tierra sin mal. Decían que el paraíso podía ser terrenal si uno se conectaba espiritualmente con la música y con los demás. Entonces existiría un lugar perfecto donde habitar. Por eso era un pueblo nómada, porque vivían buscando la tierra sin mal.
Un desastre esto de la colonizaciónTampoco seríamos lo que somos sin la colonización, no soy un fundamentalista. Sí es verdad, teniendo en cuenta el momento histórico, que quizá falto entender la vida de aquellos indígenas. Pero entre otras cosas nosotros no hablaríamos el castellano si no hubiera sido por la colonización. Rescato las palabras de Neruda: los españoles se llevaron el oro y nos dejaron el oro. El castellano es uno de los idiomas más hermosos que existen sobre la faz de la tierra.
Una amiga tuya,
Marily Morales Segovia, te regaló la letra de “Luna Sagrada”, donde habla los pueblos indígenas de Latinoamérica.
Ella es autora de una canción emblemática que tiene música de Antonio Tarragó Ros,
llamada “La vida y la libertad”. Yo tengo la suerte de ser cómplice de Marily. Nos juntamos a componer, me pasó la letra de “Luna Sagrada”y yo le puse la música.
Los tambores del indio
retumban en la noche,
sangre lejana y pura
nuestra sangre al galope.
De inocencia y de sueño
de astucia con su lanza,
revive de sus voces
su sangre en nuestra sangre.
Guaraníes y tobas
querandíes, matacos
mapuches y diaguitas,
charruas y araucanos.
Onas, mayas y aztecas,
tehuelches y arahuacos,
quechuas, pampas y chibchas,
aimaras, chiriguanos.
Es la América toda
la que ofrece sus manos,
con un sol entre nubes
y una luna sagrada.Y en lo musical has contado con Rodrigo Díaz.Sí, hace tiempo que andaba buscando un chelista para hacer un espectáculo en el teatro Alfil que se llamó “Descabellado”. Rodrigo vino a tocar y a partir de ahí seguimos juntos. Además hay otros cuatro chelos en el disco. Es un instrumento muy hondo, es de los que más me gusta.
¿Cómo es el acordeón que tocas?Es el acordeón de dos hileras, el que se afianzó en aquellas tierras y terminó de dar forma al chamamé. Es diatónico, lo que quiere decir que abriendo y cerrando suenan distinto los botones. Es el más popular en el chamamé. Se conoce como verdulera porque lo llevaban consigo los mercaderes inmigrantes, principalmente italianos.
El éxito de la compañía Imprebís es absoluto ¿Cómo funciona el espectáculo?En escena estamos dos actores, el director y yo. A la gente cuando llega al teatro se le da unas tarjetas donde ellos escriben lo que quieren ver representado. Puede ser una palabra, una frase o una idea que va a parar a una gran urna. Entonces uno de los actores saca una tarjeta y dice: “Esperamos su colaboración en nuestro programa”. En ese momento tengo que improvisar una canción en 30 segundos, mientras los actores con el director en el otro rincón del escenario planifican lo que va a ser la primera escena. Durante esta parte puedo incluir música incidental. Al final canto un pedazo de una canción popular que sirve de enlace entre una escena y otra, y así unas doce o trece veces por noche.
Ahora vienes de interpretar “El Quijote”en Valencia, y te quedan unos cuantos meses de representaciones en Madrid. ¿La música compuesta para ocasión tiene aire quijotesco?
No, la música fue compuesta durante los ensayos a partir de las improvisaciones. Se toca en vivo. Además hago un par de personajes: de actor relator y del duque que invita a Sancho para prometerle el gobierno de la ínsula.
El Quijote es una maravilla. Nos da la sensación de que es algo viejo y anquilosado, y sin embargo es una comedia con un gran sentido del humor. Es una de las historias más humanas que he leído en mi vida. Ése es el rescate que se hace en el montaje de Imprebís. Son once actores que vienen a contar esta historia como si fuera una compañía de cómicos del siglo XVI.
Estás hecho un artista: has puesto tus dibujitos en el libreto del disco; escribes poesías y letras; cantas, tocas el acordeón y la guitarra; improvisas con gran facilidad; eres actor; has compuesto músicas para cine y teatro. Debe ser bonito vivir la vida como un artista.
Es bonito mientras tengas para pagar el gas (ríe), como decía Discépolo. Vivir de lo que uno hace y ama es una dicha. En ese sentido no puedo quejar de lo que me está tocando vivir. Pero hay que aceptar correr algunos riesgos. El riesgo está en jugársela por lo que uno cree y por la vocación que lleva dentro. Una de las grandes crisis de la humanidad se debe a que muy poca gente respeta su vocación. Ser lo que uno quiere ser me parece fundamental.
Entrevista de: Patricio Otero
estaciontierra.com