Si bien el día estaba soleado y si fuera por el tiempo no habría motivos para no sonreír, Roque González asegura que
“hay que estar siempre alegre”. Frente a su casa, ubicada en Av. Maipú de Corrientes, no existe ningún cartel o señal que indique quien vive tras esa puerta marrón. Sin embargo él asegura que
“siempre llega gente de todas partes”. En esta entrevista conoceremos algunos aspectos de la vida de unos de los acordeonistas más excelsos del litoral, cálido en cada nueva expresión y su vitalidad asegura la mantendrá mientras el fuelle no se detenga, habla no solo del instrumento sino también de su corazón.
-A éste taller viene gente de todas partes.De todos lados vienen. Gente del Chaco, de Formosa, de Misiones, del Paraguay o del Brasil. De Córdoba también. Fíjese que hace tres años llegó un hombre y me dejo dos acordeones. Uno me dijo que venda para quien pueda comprarlo y el otro me dejo para que me lo arreglara y lo afinara. Pero han pasado tres años ya yo no volvió este hombre. Fíjese la confianza que tiene la gente, seguramente tiene mucho trabajo y cuando tenga algún tiempito libre volverá por su acordeón.
-Cómo fueron sus comienzos musicales y como surge el taller de acordeón.Lo primero que aprendí a tocar fue la guitarra en el año 1947. Con la guitarra me hice mis primeros pesos, después vino el acordeón. Más bien mi inquietud por el instrumento surge en 1952. Tenía por aquel entonces un acordeón de dos hileras, después le agregue una hilera más. Por esos años me ayudó mucho uno de mis hermanos, el sabía mucho del instrumento. Nosotros éramos diez hermanos, el era el segundo y yo el noveno, así que teníamos una diferencia de quince años, más o menos. Cuando el instrumento quedó con tres hileras ya no le faltaban ninguna nota. Con ese acordeón grabé durante 7 o 8 años con el conjunto de Mario del Tránsito Cocomarola. Transcurrido ese tiempo, recién mande hacer uno bien sofisticado en Buenos Aires. Allá se interesaron mucho porque era un modelo que ellos nunca habían visto; y eso que ellos son afinadores de raza, de familia italiana casi todos.
-Quién lo acompañó a los talleres de acordeón.Para ir a Buenos Aires me había dicho Ernesto Montiel que teníamos que ir al taller, “allá si vos queres un acordeón de dos metros, ellos te lo van hacer”, -la risa volvía a deslizarse en el rostro de Roque González-. Cuando estábamos en el taller me dicen –“lo que Usted a logrado es una cosa valiosísima”. Ah bueno le dije, gracias.
-Por su taller han pasado muchos acordeones y bandoneones.Bueno entre los bandoneones también estuvo aquí el de Isaco Abitbol. Ernesto Montiel también trajo su instrumento; el viejo Eustaquio Miño y Tarragó Ros, ahora también Antonio Tarrago Ros dejó su acordeón para que lo pueda afinar y hacer algunos retoques. –“ahí esta el acordeón”- señaló Roque González a su interlocutor; sobre uno de los mostradores descansaba el instrumento de tres hileras y letras verdes.
-Como divide sus horarios de trabajo y ¿cuenta con todas las herramientas aquí?.Bueno aquí esta todo. En la sala donde estamos es donde atiendo a quienes vienen a buscar o a dejar su acordeón o bandoneón. Para afinar tengo el afinador, pero el mejor maestro para ello es éste –señala Roque Gonzáles llevando sus dos manos e indicando cada oído-. No hay como el oído para ser un afinador de raza. Uno tiene que sentir y palpar. Aquí mayormente trabajo de noche porque me rinde más, ya que por la mañana y hasta el mediodía tengo que atender a la gente que llega a la casa o llama por teléfono. Por la mañana no me puedo concentrar para trabajar. Si avanzó va un poco va un poco entorpecida la cosa. En cambio desde las 6 de la tarde hasta las 10 o 11 de la noche ahí va ligero. Sin pausa va la cosa, a veces me paso de rosca también. Por ahí llama alguno a la noche pero ya es más tranquillo.
Volver a grabar junto a Julián ZiniDespués de 30 años Roque Gonzáles ha vuelto a grabar un tema. “El me pidió una melodía” – el luthier hace un pausa y su mirada se pierde entre tantos instrumentos de esta sala-. “Un melodía para un poema que él le dedicó a una partera de campo de 90 años. Él me dió las referencias y entonces yo hice el fondo, la melodía que acompañaría al poema. Cuando ya lo tenía listo al tema lo llame y le aviso que ya estaba”.
-Ah bueno Roque –le dice Julián Zini tras el teléfono- ya que llegamos a 30 vamos hacer 31. Si hicimos 30 vamos por uno más - dispara.
-Y bueno, qué es – le pregunta González.
-Quiero que grabes conmigo el tema.
-Ah bueno – responde Gonzáles –Vos sabes que hace 30 años que no grabo más, pero a pesar de eso a vos no puedo decirte que no. Has aportado tantas cosas a nuestra música.
Así después de esta conversación llega el momento de grabar. “Hicimos la grabación con Antonio Niz. El legendario Antonio Niz, ya tiene más de 80 años. Grabamos y tanto le gusto a él que en el disco sale con el recitado y también sale sin recitado... mire lo que son las cosas no?”... deslizó Roque González al mismo tiempo que volvió a dibujarse en su rostro una sonrisa sin estruendo y con profundo calor humano.
-Cómo se sintió con la grabación del tema.Me sentí bien. Para más había muchos colegas que venían a ser la grabación para Julián Zini. Gente que viene de distintos lugares y al ver el reconocimiento que tienen para uno es algo que no se puede pagar con nada. Eso le hace bien a uno también. Aunque no sea tan así como ellos crean o como dicen. Todo levanta el espíritu. Y uno se siente totalmente renovado y hasta con ganas de seguir. -González escapa a los elogios, deja correr su humildad y el amor por la música en todo tiempo-
-Además de esta grabación con Julián Zini también colabora con sus colegas.Sí por ahí los colegas me piden algo y si puedo. Ellos tienen cada uno su estilo. Entonces más o menos compongo la melodía y ellos graban. Así también va cargando el derecho de autor. Hace poco cobre por un tema que tiene más de 50 años, “La pareja”, “Valseado de mi tierra”... recuerdos imborrables se despiertan estos temas” – Roque Gonzáles vuelve al silencio distante, quizás esta viajando por el tiempo y viviendo aquello momentos de la vida. Vuelve y su mirada hace un paneo de lo que lo rodea... “la pucha que es lindo todo esto”.
por paulo ferreyra