El día estaba soleado desde el inicio, el Museo de Artesanías guardaba en su interior el sonido diario de sus trabajadores. Ramón Gregorio Cabrera no tenía reparos en dedicar sus horas de un día feriado a su trabajo. Ubicado el museo en la esquina de Quintana y Salta, a unos cuantos paso de la Casa de gobierno donde el Gobernador de la Provincia se prestaba a brindar su discurso ante la asamblea legislativa.
La entrevista estaba pautada hacía unos días atrás, así que Cabrera estaba esperando a su entrevistador inspirado en su trabajo. En el patio del Museo el sol calentaba el ambiente, junto a él una de sus alumnas también se dispuso a trabajar para terminar una entrega.
La especialidad de éste artesano es el tallado en madera, aunque también ha hecho cosas en cerámica y cuero. En el área del tallado y la artesanía, su especialidad lleva el nombre de Imaginería, bautizando a Cabrera como uno de los más importantes escultores del norte del país.
Deja lado por un momento su martillo, pasamos por el pasillo interno del museo y avisa a su compañera que el agua para el mate ya esta listo. “Aquí esta bien”, asienta con la cabeza el artesano indicando a su entrevistador el lugar para la entrevista.
-Cuál es el criterio que tiene Usted para realizar una obra.
Bien aquí se trabaja mucho por pedido de obra. Tanto la gente de afuera como desde la Subsecretaria de Cultura vienen a pedir una obra, sobre eso se trabaja esta la entrega. Cuando no hay pedido me gusta hacer los personajes nuestros. Imágenes religiosas o personajes de leyendas. Porque en nuestra tierra nos distinguimos por eso. Cuando viene un turista quiere llevar algo que sea bien correntino. Si son creyentes llevan una virgen; y si no son creyentes, de otras religiones, llevan los personajes de nuestras leyendas, el pombero por ejemplo. En todo tiempo estoy haciendo esto en distintas medidas y tamaños.
-Qué sentimientos despierta en Usted el trabajo diario.
Cada obra es un desafío en la vida de un artesano. Todo resulta una incógnita hasta que este terminada la obra. Sin embargo, mientras eso ocurre uno se entusiasma. Cuando la obra se acaba se ve cómo termina, bien o mal, aunque generalmente la obra tiene que terminar bien.
Ramón Cabrera no puede evitar una sonrisa al recordar la terminación de sus obras. Por una de las ventanas del museo se escucha la entonación del Himno Nacional Argentino que estaban coreando en la casa de Gobierno. Salvo esta esquina, el resto de la ciudad esta sumergida en el silencio de una mañana fría y en el guiso de locro que reflota en algunas casas distantes.
-Influye el contexto social o laboral en el artesano.
El contexto social generalmente no influye en la obra. Claro que si hay algo grave si puede intervenir. –Cabrera se apresura a explicar- Aquí uno se encierra en la obra. En ese momento uno esta aislado del mundo. Es una hermosa terapia. He tratado aquí a gente que ha venido por recomendación médica, a trabajar para usar sus manos, su mente, salir del contexto de perturbación que tiene. Hasta doctores han venido a trabajar aquí, traen sus herramientas, su banquito y sus ganas de trabajar. Una de ellas ya es escultora. Claro que también le gusta, y eso es muy importante. A veces hay gente que viene y dicen “yo también quiero hacer”, sin embargo tengo que ver si puede hacer o no, la mano no es igual en todos. Algunos tienen la mano dura y no agarran. Como todo arte, influye mucho la paciencia y la dedicación.
- Con cuantos alumnos está trabajando y como los relaciona con su trabajo.
Ahora hay 4 o 5 alumnos. Ellos no viene todos los día, tengo que disponer de tiempo para ellos. Aquí en el Museo no se cobra un solo peso, es una contraprestación que tenemos con la institución, a cambio ellos me dan todo el espacio para trabajar. Los alumnos van adaptándose a este trabajo. Creo que el arte o la habilidad viene en la sangre, no hay nada que se pueda hacer. A veces pareciera que hubiera una cosa en la sangre que te va indicando lo que tenes que hacer, la mano y la mente van yendo.
Ramón Cabrera cobra entusiasmo con algunas palabras. Asegura que en su casa no hay artesanías,"salvo una raíz que hay por ahí, un palito nada más". "A veces viene gente a casa y me dice -no tenes nada para mostrarme- y le digo que no". Cabrera vuelve entonces a dejar correr una sonrisa, mientras su mirada retoma con alegría la madera cruda que sus manos comienzan a levantar.


por paulo ferreyra