A sólo 15 kilómetros de Corrientes capital, las arenosas calles de un pueblo de viejas y pintorescas casas coloniales. La antigua capilla, la festividad de Santa Ana y un tren económico que funcionó entre 1890 y 1960.
El silencio sólo es interrumpido de a ratos por el silbido del viento entre los eucaliptos o por el sonar de las campanas de la vieja iglesia. Una pequeña locomotora a vapor detenida en el tiempo hace las veces de guardián de la tranquilidad pueblerina, rota nada más que cada 26 de julio, cuando las
arenosas calles de Santa Ana de las Guácaras (15 kilómetros al este de Corrientes capital) se llenan del rumor de los promeseros que llegan a rendir tributo a Santa Ana.




Aquí pareciera ser que el tiempo se detuvo, por las antiguas construcciones y su iglesia, declarada Monumento Histórico Nacional, y por el tren de trocha angosta, que fue el primer medio de transporte locomotor provincial que uniera la capital con el interior.




De artesanos guaraníes

Antigua reducción de los indios guácaras, de viejas y pintorescas casonas coloniales, este pueblo donde se venera a Santa Ana se ha convertido casi en una excursión obligatoria para todos aquellos que visiten Corrientes.
Artesanos guaraníes construyeron la vieja capilla Santa Ana en 1771,supervisados por los padres franciscanos. Fue remodelada en 1889, y adquirió su fisonomía actual, que incluye la torre campanario central rematada en cúpula. El comulgatorio y una imagen de la Virgen Dolorosa, realizadas por aborígenes, son obras dignas de apreciar por su belleza y por la historia que esconden.
La iglesia, centro de veneración especialmente en la festividad de Santa Ana, cuando llegan al pueblo largas colas de promeseros, muchos de ellos a caballo, es una típica capilla de nave única, con galerías laterales sostenidas por columnas de madera. La estructura del techo es de cabriadas de madera y originalmente estuvo recubierta con tejas de palma. Su remodelación 1889 incluyó la "fachada telón", extendida sobre las galerías. El interior presenta un coro alto sostenido por columnas similares a las de la galería. El retablo es de un cuerpo, con una horna cina central en la que se encuentran las imágenes de Santa Ana y la Virgen Niña, en la tradicional representación de una anciana enseñándole a leer a su hija. Se destacan el comulgatorio, realizado por el indio Patricio, y una imagen de la Dolorosa, hecha por Yaguarón, también indígena.
Esta joya de la época de las misiones está enmarcada en un pueblo de calles de arena y césped y antiguas edificaciones con galerías a la calles. Enfrente se ubica una plaza de centenaria arboleda que, cada domingo a la mañana, tras la última misa, es punto de reunión obligado de viejos y jóvenes habitantes del apacible pueblo, cuyo nombre tomó por ser esta una zona que perteneció a la nación
Guácara, nativos que ocuparon estas tierras a la llegada de los conquistadores.
Otra atracción del pueblo es el trencito económico, del que hoy quedan una locomotora y dos vagones. Vital para la economía de la región en otros tiempos, funcionó entre 1890 y 1960, a lo largo de 270 kilómetros entre Corrientes y Mburucuyá, uniendo a su paso varias localidades.
(Enviado especial de Diario Clarin)