Cuentan que en la margen izquierda del Riachuelo, muy cerca del "Paso Pesoa" vivía una familia cuya hija iba a contraer matrimonio, pero el acto religioso debía efectuarse en la Ciudad de Corrientes y no había manera de cruzar el arroyo sin que el vestido largo de la novia no corriese riesgo de ensuciarse. Por ese tiempo estaba en construcción el "Puente Pesoa", cuyo director de obra, al enterarse de la situación, ofreció salvarlas a corto plazo, mediante el cierre de la cobertura del piso del último tramo y sugirió la espera.
Los novios aceptaron la proposición y pocos días después se concretó el acontecimiento, concediendo a los desposados y su comitiva la prioridad del uso de la obra nueva.
Finalizada la ceremonia y ya de regreso a la casa, comenzó la fiesta. Fue entonces, cuando el novio, prendado de la emotividad del ambiente, propuso a la novia una fuga silenciosa al puente.
"Nosotros lo hemos inaugurado –dijo– Se trata realmente de un privilegio que Dios nos ha concedido a través de su constructor." Y agregó: "Vale la pena rendirle un tributo. Vamos hasta el puente y allí, los dos solos, bailaremos sobre ese piso nuevo, ya que la música llega hasta allá". La novia dichosa y divertida, aceptó.
Llegaron al puente y al compás de un chamamé que llegaba nítidamente comenzaron a bailar. No repararon, sin embargo, que el puente todavía no tenía la baranda protectora, tanto que la pareja enfrascada en la sensibilidad de los giros, no advirtió que se hallaba muy cerca del borde. En uno de sus giros, el joven perdió pie y arrastró al vacío a su esposa, y ambos desaparecieron en las profundidades de la corriente.
Dicen que al amanecer se posó sobre uno de los pilares una paloma blanca, una yerutí, que nunca había aparecido por allí. También al caer la tarde volvió a posarse sobre el mismo pilar, desde donde emitió su típico gorgojeo.
Los vecinos y los pescadores de la zona afirman que durante las noches de luna llena suele verse a la yerutí, blanca como una novia, sobre el mismo pilote, y que es el alma de esa novia que llora sin resignación y llama insistentemente a su novio perdido.