Fiesta Nacional del Chamamé
Domingo, 29 de enero de 2017
Ramón Ayala el profeta de la naturaleza
El músico misionero soltó aromas de monte con chamamé y su gualambao. Se dio el lujo de bailar en el escenario, de seducir al público pero además fue reconocido por las autoridades. “Me siento privilegiado”, dijo.
Desde su amada tierra colorada vino con ansias de que sus canciones se escuchen. Ramón Ayala llegó más extrovertido que de costumbre, y refugiado en sus poemas, nos dejó oportunidad para lucir su chapa de seductor, que oculta y muy bien a este artista que orilla los 90 años.
Con una notable lucidez, como el experimentado baqueano del río, Ayala nunca perdió esa notable capacidad de soltarse con desgranada libertad por el escenario. De entrada nomás, en la noche del jueves, trajo música y selva misionera para que entre sus bondades pueda dedicar canciones a sus tantos romances de la vida, a quienes recordó (o intentó al menos) con el tema “Pequeño amor”, que contó con un notable despliegue escénico a cargo de los integrantes del Ballet oficial.
DSC_0765“Este es el ritmo del gualambao, regalo de Ramón Ayala para Latinoamérica y para el mundo”, dijo el artista que se animó a una introducción entre palabras y enseñanzas en medio de la danza de esta característica expresión de su creación. “Un, dos, tres… quien se anima a bailar conmigo tentó”, mientras cantaba “El río Uruguay”. No faltaron musas y dos “guainas” se animaron al desafío.
También se trajo consigo una nueva obra “quiero estrenar una canción que he traído de las zonas vacías, de las zonas claras, de Chaco, de alguna región de Corrientes”, dijo Ayala y presentó “De a caballo”.
Vino una señorita recién que me dice “Ramón, si usted no canta Posadeña Linda me suicido”, y le dije; “suicídese conmigo, muérase en mis brazos para que yo también me muera contigo pero de amor”, dijo y detonó suspiros en todo el Cocomarola.
Con un embellecido recitado, que pinceló a la perfección el paisaje litoraleño y la vida de sus habitantes orilleros, compartió esta obra emblemática de su creación, llevándose consigo las voces del público que cantaron con él. El artista se lo vio muy a gusto, disfrutó como pocas veces el escenario Sosa Cordero.
Para el final, dejó al público que elija entre un retrato del pescado, el Moncho o el mensú. El Cocomarola con aplausos eligió este último, y las emociones llenaron de silencio la plaza chamamecera como el sol cubre el yerbal. Ramón Ayala es de esos artistas que se disfruta y de deja disfrutar, ojalá lo tengamos tiempo más para sentirnos plenos por medio de sus obras y entendernos como seres humanos, como predica este iluminado misionero.