Nuevo concierto en Buenos Aires
Lunes, 23 de mayo de 2016
Nini Flores amplía los horizontes del chamamé
El sábado se presentó en el centro cultural Kirchner. La actuación se presentó en el ciclo música popular en grandes formatos.
Por si el notable dueto que desde hace más de tres décadas lo une a su hermano, el guitarrista Rudi, no significara ya un mojón central para el chamamé, el acordeonista y bandoneonista Nini Flores ratificó anoche en la Sala Sinfónica del Centro Cultural Kirchner (CCK), la deliciosa decisión de seguir ampliando los horizontes del género. Un exquisito concierto de poco menos de 90 minutos, bastó para demostrar la sabrosa combinación de audacia y buen gusto que Nini es capaz de proponer en torno a una música del litoral que es tradición familiar para los Flores.
Es que a ocho meses de haber presentado un quinteto en un concierto matutino de domingo en el Teatro Colón, el músico aprovechó el espacio dado por el ciclo Música popular en grandes formatos, para doblar la apuesta. Y por ello, en el tramo final de una celebrada presentación sin amplificación alguna que encantó a la multitud conmovida y en silencio, sumó al conjunto base el aporte de cuatro cuerdas y un acordeón más. Y el resultado exhibió de qué manera las dulces melodías litoraleñas constituyen para Nini una materia prima sensible de ser intervenida.
Desde una mirada personal, el menor del dúo chamamecero, suma su impronta intimista al rescate lírico del género que Chango Spasiuk experimentó con suceso estético en la puesta Tierra Colorada en el Teatro Colón, donde reunió a su sexteto con las cuerdas del Ensamble Estación Buenos Aires. Y para lograrlo, Nini vuelca en grande los toques de exquisitez que despliegan junto a Rudi y asume con naturalidad la belleza y las posibilidades expresivas de un género tantas veces condenado a las márgenes. El primer tramo del espectáculo que comenzó apenas pasadas las 20, unió al compositor y arreglador con el estupendo quinteto integrado por el contrabajista Juan Pablo Navarro (que participó de aquella aventura de Spasiuk en 2013/14), el pianista Matías Martino, el guitarrista Facundo Ramírez y el violinista Guillermo Rubino, todos de una altísima musicalidad.
Sello familiar
Pasando del bandoneón al acordeón, según la pieza, Nini encabezó el inicio de un repertorio con fuerte sello familiar (con piezas firmadas por su padre Avelino en el caso de Destellos de amanecer o por su hermano Rudi para Tu regreso y Cielo correntino). Enseguida hubo un achique de formación con las salidas de Martino y Rubino y el trío de contrabajo, guitarra y Nini, asumió otras formas de diálogo musical como para seguir exhibiendo, al mismo tiempo, lo maleable del género, el ajustado tino de quien lo moldea y el vuelo de los ejecutantes. Otra vez con cinco instrumentistas en escena, el conjunto visitó felizmente una tradición conocida a través de las canciones Tita (de Isaco Abitbol) y El tero (de Ernesto Montiel-Blas Martínez Riera). Para el cierre de la velada, el calvo anfitrión convocó al violín de Marta Roca, a la viola de Mariano Malamud, al cello de Climent Henri André Silla y al acordeón de Néstor Acevedo. El impactante noneto se lució en un cierre dominado por la sangre propia (el rasguido doble Fulgor de alborada, de Rudi y Nini; Canto a mi terruño, de Rudi; y Monte Purahéi, de Avelino) que sumó una gran visita a Simplemente Isaco, de Mateo Villalba. El bis empujado por la aclamación de un público heterogéneo llegó con su pieza Acorralao y permitió el anuncio y la promesa de continuar añadiendo intérpretes de distintas procedencias para desplegar las alas del chamamé.