Chango Spasiuk
Lunes, 23 de marzo de 2015
«Cuando el público deja de pensar y empieza a sentir, es cuando entiende de qué se trata mi música»
El acordeonista y compositor argentino Chango Spasiuk se presenta en concierto el 28 de marzo en Barcelona, dentro del Cicle Hamaques de Casa América Cataluña, y el 29 en la Sala Clamores de Madrid. En medio de su gira europea hemos hablado con él de su último disco Tierra Colorada en el Teatro Colón (Sony Music, 2014), grabación en directo del concierto realizado el 6 de octubre de 2013, donde demuestra que su música trasciende los encasillamientos de lo académico y lo popular. Una entrevista imperdible, palabra por palabra...
Nacido el 23 de septiembre de 1968 en Apóstoles, en la provincia de Misiones, al nordeste de Argentina, entre Paraguay y el sur de Brasil, Chango Spasiuk es nieto de inmigrantes ucranianos. Su larga trayectoria musical iniciada a los 12 años, cuando su padre le regaló el acordeón que el niño había estado viendo durante días en un escaparate, incluye 12 grabaciones discográficas, giras dentro y fuera de Argentina, y participación en festivales internacionales donde ha difundido el chamamé. Es la música de su tierra colorada.
Chamamé deriva del guaraní, que en una de sus acepciones quiere decir "Doy sombra a menudo". Chango ha llevado esa música que se tocaba bajo en las enramadas a su máxima expresión, ha comunicado al mundo la música de su comunidad y se ha hecho merecedor de gran reconocimiento.
Se inició con su padre y su tío, tocaban en el patio de su casa y se presentaban con la orquesta de su padre —Orquesta Lucas— tocando en casamientos. Debutó en el Festival de Cosquín de 1989 y ese mismo año fue invitado a tocar en el festival Eurolatina de Holanda. Luego, para tomar clases con el pianista Norberto Ramos, iba y venía de Apóstoles a Buenos Aires.
Además de la conexión que tiene con la música del este de Europa, sigue los pasos de Isaco Abitbol, Tránsito Cocomarola, Blas Martínez Riera, Montiel, y otros grandes compositores clásicos de chamamé, que a nivel compositivo están a la altura de Troilo, de Yupanqui, del Cuchi Leguizamón, como afirma Chango.
Chango, que sido considerado contestatario entre los folkloristas, chamamecero entre los rockeros, ha colaborado con artistas tan diversos como Divididos, Mercedes Sosa, La Mississippi, Cienfuegos, Mimi Maura, Antonio Agri, Liliana Herrero, Botafogo y Los Chalchaleros.
Horacio Spasiuk mejor conocido como Chango, tal como lo apodó su padrino, está realizando 21 conciertos en teatros y festivales en Francia, España, Bélgica, Austria y Polonia. Hemos podido conversar con él sobre el nuevo CD DVD grabado en vivo, junto al Chango Spasiuk Sexteto, Rafael Gintoli, Popi Spatocco y el Ensamble Estación Buenos Aires. Además de conocer cómo se llevó a cabo ese concierto de cámara y el significado que tiene haber tocado en el Teatro Colón canciones propias y de otros compositores, Chango nos ha acercado a la historia del chamamé. En ese diálogo, con los giros gramaticales de su hablar misionero, ha citado El Andar de Atahualpa Yupanqui, para explicarnos lo que busca en la música y, para hablarnos de su relación con Beethoven, nos ha contado una maravillosa historia relacionada con el ilustre médico argentino René Favaloro.
Grabar Tierra Colorada en el Teatro Colón es un sueño que has hecho realidad.
Sí. El Teatro Colón es como un templo de la música para los argentinos, es el auditorio más bello que hay, el espacio de la cultura, un espacio cargado de contenidos y, cuando venís de una tradición tan marginada y tan subestimada como el chamamé, poder expresarte espontáneamente dentro de ese ámbito es muy simbólico. Tocar dentro del teatro no legitima nada, lo que sí siento es que algunas cosas simbólicas se dan ahí y uno las celebra. La gente y el público que sigue mi música celebraron de la misma manera la oportunidad de que ese mundo sonoro de la Argentina se exprese en ese contexto.
Es un triunfo haber llevado el chamamé a la sala de conciertos.
Sí, pero trato de quitarme un poco de la imagen y de la palabra triunfo, porque es una palabra que tiene doble filo y muchas lecturas. Me gusta más la celebración de que la disciplina de mi trabajo de tantos años se vea coronada grabando un disco en vivo en ese contexto, que no es cualquier contexto. Yo lo he celebrado muchísimo. Después uno hace un montón de lecturas: esta música marginal apareció ahí y muchas otras cosas más. La mitad del público que fue a ese concierto posiblemente nunca había ido al teatro, no conocían su propio teatro, son muchas cosas las que se dieron ahí.
Claro. No solamente la entrada de una música que ha estado marginada sino también de gente que a lo mejor también ha sido marginada.
Sí, fue muy bello y de alguna manera el disco muestra eso. Es interesante porque después de haber grabado tanto, de haber girado tanto y de haber desarrollado mi música, era un momento de grabar un disco en vivo y lo hemos podido hacer. Este disco todavía no fue editado en Europa, algunas cosas se pueden ver en las redes sociales, pero todavía no hay una edición europea porque es muy reciente la salida en Argentina. A lo mejor en Europa, donde no giro tan seguido —en una época giré más y ahora estoy empezando a girar nuevamente—, donde todavía no se conoce tanto mi música, pueden decir "bueno, y ahora tiene un disco en directo", pero también está bueno lo del disco porque se puede ver un poco la vida que hay en mi música en vivo. Es una música que es viva dentro del estudio, pero en directo está más viva aún, y un concierto es una pequeña celebración o por lo menos intentamos que se pueda celebrar ahí.
Decía triunfo porque para llegar allí ha habido mucho esfuerzo.
Eso es cierto. Sí, posiblemente mi propio triunfo, un triunfo personal más que comercial. De desafíos y ver de qué manera me puedo expresar en ese contexto, en ese sentido sí, como un desafío de hacerlo cada vez mejor.
Sabiendo que iba a ser grabado para un disco, ¿cómo escogiste el programa para ese concierto?
El programa del disco es particular, porque ya tenía muchos discos de estudio con la formación de sexteto, pero cuando me invitan a hacer ese concierto coincidió con que estos últimos dos años yo venía con un proyecto de tocar con una orquesta de cámara. Mi música ha venido teniendo un proceso acústico y camarístico, de manera que la tradición de la música escrita se encuentra con la música de trasmisión oral. Cuando llegó la invitación para el Colón entonces digo: bueno voy a grabar con el grupo con que vengo tocando mi repertorio estos últimos diez años, pero también voy a grabar una parte de mi concierto con ese proyecto. Voy a dividir el concierto en dos partes, una parte con mi grupo y otra parte con el maestro Rafael Gintoli y con la orquesta. Eso es el disco, pero en realidad toda es mi música y toda es mi búsqueda, se dividió en dos partes porque eran dos formaciones.
Yo no modifiqué nada para tocar allí, porque mi concierto fue un concierto de música de cámara, si me hubiesen invitado hace diez años yo hubiese tocado, pero a lo mejor no habría sido el momento, porque creo que a mi música le faltaba mucho en su construcción estética para poder expresarse de una manera natural en ese teatro. Pero la invitación llegó en un momento en que yo sentí que sí valía la pena. Por eso lo disfruté y por suerte pudimos hacer un registro de ello.
Cuando compones chamamé ¿en ti prima más la tristeza o la alegría?
Una de las particularidades de la tradición en la que yo estoy parado es que es una música por momentos muy alegre pero también por momentos de una profunda melancolía, de añoranza. No podría decir es una música alegre o es una música triste. Es una música en donde conviven esos dos impulsos espontáneamente. Yo no estoy pensando dónde me paro ahora: ¿en la alegría o en la melancolía? En realidad, la música es la vida y uno crea un mundo sonoro donde se expresan todos esos aspectos. Tal vez con una misma canción alguien sonríe y otro añora su infancia, alguien celebra y otro se pone melancólico, porque ambas energías están en esa construcción estética.
De todo el mundo sonoro, o sea de toda la música folklórica del litoral de Argentina de donde vengo yo, hay elementos tradicionales, elementos mestizos y elementos criollos que son el chamamé, con el 6/8 y el 3/4. Pero cuando vos naces en esa región también tocas músicas que trajeron los inmigrantes: polkas, chotis, valses…
Todo tu pozo de tradiciones.
Claro, pero entonces está el chamamé como más criollo y mestizo, como el color más dominante de todo ese mundo sonoro, pero también hay un montón de otros elementos, porque hay provincias que han recibido más inmigrantes, por ejemplo la mía, que es la provincia de Misiones, donde hay inmigrantes ucranianos, polacos, rusos y alemanes… entonces esos elementos conviven en mí y en mi música. Pero nunca estoy pensando "ah… falta un poco más de alegría o falta un poco más de…", en realidad, es casi de una manera natural e instintiva que se desarrolla un concierto o un disco con todos esos elementos, uno pasa por todos esos estados.
Chango Spasiuk © Xavier Pintanel
Chango Spasiuk
© Xavier Pintanel
Las músicas polirítmicas, que tienen el compás de 6/8 están en relación con la herencia africana y son músicas que han sido marginadas o que en algún momento se han querido blanquear, le ha pasado al currulao en Colombia, al fandango aquí y a muchas otras…Veo que en el chamamé también hay esa relación, que hay un nexo entre esas músicas.
Obvio que hay una parte de la historia en común. De hecho hay algo en común porque uno no puede poner al chamamé o la tradición en la que yo estoy parado aislada del resto de Sur América. Hay un poeta que dice "De qué pueblos incendiados viene esta música", porque es una música que viene de pueblos incendiados, de pueblos invadidos, explotados, de oficios marginales, de un contexto histórico y geográfico sumamente intenso. No es una tierra de alegría nada más, es una tierra de muchos contrastes y que encuentra en ese chamamé el lenguaje en el cual se puede expresar absolutamente todo eso. Pero más allá de ese dolor, de esa historia triste y de esa marginalidad, de los momentos de explotación, no solamente en esa región de Argentina sino en toda Latinoamérica, hay una particularidad que tienen las músicas rurales que es la esperanza, la esperanza siempre aparece.
Cada vez que yo toco sigo sintiendo esperanza y es maravilloso tener esa sensación. Atahualpa Yupanqui dice "no comprendo mi rodar por el mundo… si no he de hallar la sombra que el corazón ansía, quizá un profundo acorde, profundo como un llanto, he de escuchar un día", entonces es la música como una sombra que el corazón ansía, es un estado del corazón, la música como una antorcha que usan los pueblos para ver la belleza en el camino y en un mundo como el de hoy —tan contrastado y todo lo demás— está la música para seguir encontrando belleza a pesar de todas las circunstancias. Yo me aferro mucho a eso.
Alguien ha dicho que cuando tú tocas pareces un derviche. Creo que hace referencia a los estados alterados de consciencia que la música y el baile consiguen. Viéndote tocar parece que estuvieras en cierto trance.
(risas) Porque la música es una herramienta de entretenimiento en la superficie, pero en el corazón es una herramienta de reflexión, de introspección y de ir a un saboreo, de ir en búsqueda de un estado en el cual uno puede resignificar todos los acontecimientos de la vida, la música es una oportunidad para ello, y ese es un lugar no conceptual, ese no es un lugar para pensar, es un lugar para sentir, es un terreno sin palabras, es de saboreo, me gusta esa palabra, como quien saborea una comida que está rica, mientras la saborea no está explicándola, simplemente la saborea, de eso se trata.
Algunos músicos cuando componen una canción tienen a alguien con quien siempre la comparten antes que con nadie. ¿También es tu caso?
Perdón que me quite de la pregunta, pero me gusta quitarme de esa imagen del músico bohemio en la madrugada, sufriendo en el piano y sintiendo que está por salvar al mundo con su obra, me parece un lugar un poco naif. Mi proceso es sumamente simple, cotidiano y doméstico, entre los hijos y la casa y todas las distracciones cotidianas pero con un piano.
¿Compones entonces con el piano?
Sí. Solamente lo que es más tradicional lo compongo en el acordeón. Lo que suena muy tradicional lo compongo en el acordeón, lo que no suena tan tradicional es música que he compuesto en el piano. Es como un papel en blanco y en el cual uno traza pequeñas formas y va tratando de llegar a algo, pero no es que siento que compongo una canción, en realidad una o muchas canciones terminan siendo una sola canción. Es como si solamente te dieran una canción para toda tu vida y vos la vas tocando todos los días y cada vez tratas de hacerla mejor, que no es hacerla más compleja, a veces hacerla mejor es ir en un proceso de despojarla, sacando todo lo que sobra, simplificándola, el desarrollo de un lenguaje no es necesariamente volverlo cada vez más complicado, a veces es volverlo cada vez más simple y con menos elementos. Mi proceso de composición es ese. A veces me siento un rato y toco, después al otro día retomo la idea. En esta gira, si hay un piano en los lugares de concierto, entre el sound check y el concierto hay un rato y todos esos momentos son de volver a ese papel, a esos trazos que están como diagramados, ese es mi proceso de composición, no es que diga "acabo de hacer una canción, ¿qué les parece?". Uno va incorporando esos elementos al concierto en vivo y va guardando esas pequeñas ideas, esa es mi técnica.
¿Qué proyecto tienes ahora después de Tierra Colorada en el Teatro Colón? Has dicho que tienes la idea de hacer un libro para documentar el chamamé.
Sí, claro porque después sobre qué proyecto me subo. Ahora me gusta la sonoridad, no es que me gusta la sonoridad de mi acordeón, me gusta la sonoridad de mi acordeón combinada con determinados elementos, con el violín, la percusión y la guitarra y tocando un acorde o una frase y volviendo una y otra vez sobre esa formación yo siento que me estoy expresando no con el acordeón, siento que me estoy expresando con todas esas ideas mías volcadas por todos esos instrumentos, hasta inclusive por momentos en donde yo no estoy tocando, pero yo siento que me estoy expresando ahí. Ahora la formación es esta, posiblemente más adelante sea una formación sinfónica o con instrumentos más tradicionales del chamamé. Por ejemplo, terminé de grabar un disco en el Colón y cuando terminé digo ¿por dónde seguir ahora después de esto? Entonces digo podría volver a la tradición del chamamé, tal vez, o podría volver a hacer un disco como cuando empecé a tocar el acordeón y adentro mío gira esa pregunta. No sé, veremos cómo la vida va conspirando para que yo pueda hacer una cosa u otra, pero honestamente las cosas yo no las hago cuando yo quiero, suceden, las cosas no son a mi manera, entonces digo me gustaría, pero ya veremos. Ese me gustaría vamos a ver cómo se presenta. No es que digo hace falta hacer un disco así, a trabajar. Si yo trabajara de esa manera no tendría corazón.
Pero eres consciente del lugar donde has llegado y lo que has hecho.
Sí, totalmente, y soy consciente de la responsabilidad de la herramienta de comunicación que es la música, con la que uno no puede estar diciendo tonterías. Por más que estoy haciendo un proyecto personal y tratando de encontrarme a mí mientras llevo adelante el oficio de la música, también soy consciente de que estoy parado sobre una tradición y al comunicarla tengo que hacerlo responsablemente, tengo que prepararme para hacerlo y trato de hacer mi parte lo mejor que puedo. Mi parte no es solamente mi concierto o la música que yo toco, sino la manera en que comunico mi comunidad, mi país, la tradición sobre la cual estoy parado, trato de vivir eso de manera muy responsable, muy disciplinada, pero no cargo sobre mis espaldas como diciendo tengo una misión y la tengo que cumplir, y los demás esperan de mí. Eso sería una mentira, nadie me pidió que yo lo haga, o sea, uno no se puede crear la ilusión de creer que tienes una misión. Yo no quiero cargar sobre mis espaldas eso.
Sería una responsabilidad demasiado grande.
No me interesa pararme ahí, aunque tratando de hacer mi pequeña acción en el mundo, posiblemente estoy cargando una gran responsabilidad. Ser uno mismo, intentarlo o preguntarse qué es uno por lo menos, ya es una gran responsabilidad.
Pero si ves retrospectivamente el camino que has recorrido, la tradición que heredas y todas tus búsquedas puede decirse que sí has tenido una misión.
Obvio, y yo miro del patio de mi casa a todos los lugares donde he terminado tocando pero, ¿te cuento un secreto?, cada vez que me siento a tocar estoy en el patio de mi casa nuevamente, ¿me entiendes?, todo lo demás pasa a un segundo plano, no es que mientras estás tocando estás diciendo "ah… ahora estoy aquí tocando en la Radio Nacional de Varsovia", no, es un lugar vacío de todas esas imágenes, porque lo que estás tratando de ser es la música misma, el sonido y ese lenguaje. Cuánto más pensás y cuánto más proceso intelectual haya, más lejos estás de llegar al corazón de la música.
Hablando del corazón y la música, pienso en la relaciones música-cuerpo y música-baile, porque cuando tocabas chamamé en el contexto de los casamientos, de la fiesta y el baile querías que la gente solamente escuchara tu música, que no bailara.
Sí. Es un juego de palabras muy interesante, porque cuando yo arranqué —el chamamé es una música que tradicionalmente se baila agarrado, se baila intensamente— sentía en esa época que la gente al relacionarse desde el cuerpo no respetaba tanto el lenguaje sonoro, entonces yo iba hacia el teatro en donde nadie baile y solamente escuche. Ahora si yo quisiera que la gente baile no podría porque mi construcción por momentos se ha vuelto tan abstracta que está fuera del baile tradicional. Hoy en día a veces veo parejas de niños o de adolescentes bailando chamamé y más de una vez me he puesto a pensar que tendría que volver a hacer un disco en el cual sea solamente para bailar, y reconciliarme con esa imagen del hombre que baila, que realmente está compenetrado, escuchándote y respetándote también. Porque cuando yo empecé a tocar, vos ibas a tocar al baile y no importaba lo que estés tocando, toca cualquier cosa y total lo que yo quiero es bailar. Esa era mi imagen subjetiva de la situación. Entonces yo me encaminé en una dirección opuesta a esa, pero hoy en día me gustaría mostrar cómo se baila el chamamé y tocar parte de mi repertorio de manera que la gente pueda bailar. Bueno, ya veremos cómo se va presentando todo eso.
Esa afirmación tuya me hizo pensar y por ello quería preguntarte sobre la tu idea de la música desde el cuerpo, porque creo que la música, aunque estés sentado sin bailar, es una experiencia corporal.
Seguro. Es una experiencia corporal, intelectual y emocional, son todas esas cosas juntas. Por supuesto, el cuerpo y todo tiene que participar, porque tocar música es una experiencia corporal, mental y emocional, los tres centros están ahí muy enfocados. También la degradación de la sociedad en el mundo, con muchos ataques de los medios y de la globalización un poco como se han degradado las relaciones con ese mundo sonoro, entonces hubo un momento de la comercialización de mucha parte de la música folklórica que entró en ese terreno, un terreno muy banal, muy superficial. Yo no estoy diciendo que tradicionalmente sea así, pero en los 80 y los 90 se diluyó un poco y el hombre que bailaba no bailaba tan intensamente y la sociedad pedía resultados inmediatos por cualquier mundo sonoro y proyectos que buscaban el impacto y el éxito inmediato, sin tener en cuenta los otros aspectos emocionales, profundos y de contenidos, entonces uno está como en un río en donde todas esas contradicciones están también, uno está siendo atravesado por todas esas contradicciones y uno trata de encontrar la manera de ser fiel dentro de ese río, con las herramientas que tiene trata de tener su propia mirada y pararse dentro de ese contexto. La manera que yo elegí fue esa de quitarme un poco de ahí y pararme en espacios más introspectivos y cerrados, o al aire libre pero buscando eso, porque en los 90 yo viví intensamente en la Argentina eso de que la música había perdido esa conexión con el contenido, como que había entrado como en un excesivo desarrollo de la forma, pero no del contenido. Era como "entreténganme" y yo no creo que la música sea para entretener, creo que la música es otra cosa, entonces elegí una manera de irme al otro extremo. No quiero entretener. Como dice Atahualpa Yupanqui: "no quiero deslumbrar, solamente quiero alumbrar con mi música". Para eso uno toma decisiones, y la decisión fue construir la estética en la cual estoy parado ahora, pero desde este lugar donde estoy parado ahora estoy reconciliándome con la danza.
Cuando tocas tu cuerpo vibra, empezando por ese bajo del acordeón en tu mano izquierda.
Claro (risas). No descarto la posibilidad de hacer en algún momento un disco más bailable y que la gente pueda ver lo bello que es bailar el chamamé.
Chango Spasiuk © Xavier Pintanel
Chango Spasiuk
© Xavier Pintanel
Has nombrado a Atahualpa Yupanqui, que forma parte de ese pozo de tradición muy grande que tienes, además de la herencia de tu familia, de todos los chamameceros, empezando por Tránsito Cocomarola, que es para ti como el Jimmy Hendrix de Misiones, pero sé que cuando compras un disco compras música clásica. ¿Bebes también de la música clásica?
Ah… no quiero ponerme a decir cuáles son las mejores o las peores músicas. No hay mejores ni peores, pero en todas las expresiones populares y en las construcciones de las respectivas músicas folklóricas de cualquier lugar del mundo, que son todas tan bellas, tan hermosas, viajes donde viajes siempre encuentras músicas muy bellas, como si fuese una flor silvestre, pero más allá de todo eso uno no puede negar que la historia de la humanidad ha dado grandes hombres y hombres de una dimensión muy inmensa, hombres como Beethoven son de esos hombres y cuando escuchas esa música —que tiene doscientos años— tiene una vigencia, una universalidad y una totalidad contundente. Escuchar una sonata de Beethoven en el piano es abrumador, entonces yo siento una profunda admiración por esas construcciones estéticas y siento que en ellas hay un manantial inagotable. Muchos podrían decir "pero en las músicas folklóricas las hay", sí, las hay, ellos también bebieron de las músicas folklóricas, pero hicieron una recreación de ese manantial de una manera irrepetible. Cuando escuchas eso dices ¡qué hermoso espejo en el cual mirarse!
Es muy larga la respuesta, pero por ahí te ayude a entender mi relación con Beethoven y con la música clásica así: había un señor en el interior de un pueblo muy pequeñito de la Argentina, un señor que no conocía nada del mundo, sabía solamente de su pequeño mundo: de su bicicleta, de su pequeño pueblo, de arreglar pequeñas radios y cocinas. Y había un gran médico Argentino llamado Favaloro, que en los años 70 había traído de los Estados Unidos a su casa en ese pueblito un equipo de música que no lo podía armar, ni lo podía conectar; entonces preguntó en el pueblo quién podía ayudarle a armar ese equipo. Le hablaron de este señor de la bicicleta que tenía la habilidad de poder armar cosas, entonces el doctor le preguntó si se animaba a armar el equipo, el señor contestó: nunca he visto ese aparato pero voy a intentar armarlo. Era un equipo que no existía en la Argentina, como un combinado para escuchar discos de vinilo. El señor miró acá, miró allá, conectó un cable, conectó el otro, conectó y conectó y le dijo al doctor: me parece que está, ¿quiere probar? El doctor Favaloro sacó un disco de Beethoven y puso el disco, lo puso en ese pueblo de la pampa, alejado de todo, y empezó a sonar la música de Beethoven, entonces este señor que había armado el equipo estaba parado en la ventana, se había quedado en silencio en un rincón, a ver si ese aparato funcionaba y de golpe cuando terminó el primer lado del disco dice: mire que yo he trabajado con electricidad y he armado un montón de aparatos, pero este tipo de electricidad nunca lo había conocido.
¡Qué maravilla!
¡Eso es! ¡Esta electricidad! Como si fuese una energía nuclear. "Esta electricidad no la conocía", entonces él había sentido en el cuerpo y en el corazón esa intensidad, a mí me pasa un poco eso con Beethoven. Es como un manantial interminable y a mí me gusta beber de ese manantial, pero no porque quiera tomar elementos de ahí, sino porque siempre siento que es nada más que un remanso para mi corazón y que es un lugar bello, es una de las bellezas del mundo, una belleza que vale la pena saborear. Hay hombres y hombres, pero Beethoven es un hombre con todas las letras, para el arte, por ejemplo. Hay muchos y la humanidad ha dado muchos de esos regalos, pero él es uno de esos regalos y yo lo tomo como parte de mi vida.
¿Enseñas a alguien? ¿Tienes algún alumno?
No. Una cosa es saber y otra saber enseñar o transmitir los contenidos. No sé si sé enseñar. Honestamente, todavía siento que estoy aprendiendo. Por ahí se ha dado lo que se llama workshops… ahora vuelvo a Francia y después de unos conciertos voy a ir a una escuela de música en Lyon y trataré de hablar un poco de mi manera de entender la música, pero no creo ser un buen docente todavía, no sé si lo seré. Para ser docente hay que ser menos egoísta y yo creo que lo soy, aunque pareciera que soy muy generoso con mi música en el fondo no lo soy, quiero usar mi tiempo para aprender más todavía.
Con el disco Tierra colorada que has grabado en el Colón has mostrado a mucha gente que Argentina es más que tango, más que rock en español, con el que algunas veces coqueteaste…
Sí, siempre, porque he estado abierto y porque trato de no tener prejuicios y en la medida que puedo trato de relacionarme espontáneamente con gente de diferentes mundos sonoros.
¿Qué te ha dejado a ti esa experiencia de grabar en el propio teatro, pues es tu primer disco grabado en directo?
Gratitud. Siento que la vida me ha regalado muchas cosas y me ha dado mucho más de lo que yo esperaba, aunque en el fondo hay algo de uno que es insaciable, entonces uno dice "cuánto he recibido", pero en algún lugar quieres más, ahora no sé qué más.
¿Ahora qué sigue?
Ni la menor idea, pero lo que sí sé es que quiero seguir tocando, me gusta mucho la experiencia de tocar en vivo y estar con la gente, es un momento colectivo que me gusta y que tiene mucha fuerza para mí, es algo que quiero seguir haciendo. Toda una vida dedicada para que aparezca ese acorde y uno saboree la vida entera en ese único momento, que no sucede cuando yo quiero, sucede como un regalo, pero hay que estar ahí, girar, tocar, hacer discos, actuar el papel de ser artista es solamente una película para ver si en algún momento uno recibe ese regalo, y ¡uno recibe ese regalo por momentos! De eso se trata, bailando o tocando. Voy a seguir intentándolo, a ver si lo puedo hacer mejor, si puedo mejorar mi capacidad de síntesis. Es como cuando aprendes a dibujar, seguramente haces una cantidad de trazos y llegas a un momento del camino en el que con dos trazos podes compartir la idea. Es lo que estoy intentando hacer con la música. Como la paloma de Picasso, ¿cuántos trazos tiene?, dos tiene.
La maestría es llegar a hacerla con dos trazos.
Sí, me encantaría, y la única manera de aprender es hacer, aprendes mientras lo vas haciendo. Entonces quiero que siga la posibilidad de tocar y viajar, porque me gusta mucho tocar. En la Argentina, la gente es muy amable y muy considerada con mi trabajo de estos últimos años, todos son muy respetuosos con lo que yo hago, pero también es linda, es intensa esa experiencia de tocar en un lugar donde nadie tiene la menor idea de lo que vas a hacer. Yo no soy un artista pop que viene a tocar sus grandes éxitos y que todo el mundo conoce esas canciones, es todo lo contrario: nadie conoce absolutamente nada de lo que voy a tocar, entonces ese momento, ese encuentro es sumamente interesante. Me imagino, no sé, inclusive el público aquí en España —que es mi propia lengua— dirá: viene del país del tango pero no toca tango, toca una música que se llama chamamé, pero es de origen ucraniano, porque mis abuelos son inmigrantes, es un coctel todo mestizo. Entonces cuando se sientan piensan ¿qué van a escuchar, algo europeo o tango o chamamé o qué de todo esto? Hasta que se cansan de pensar y empiezan a sentir, y cuando empiezan a sentir entienden de qué se trata mi música. Esa experiencia es sumamente rica para mí cada vez que yo me siento a tocar, una y otra vez, y cómo los abismos que hay entre el Otro y uno empiezan a desaparecer. Vivir esa experiencia me da ganas de tocar en cualquier lugar.
¿Qué nos puedes adelantar de los conciertos que harás en Barcelona y Madrid?
En Europa estoy circulando con la primera parte del concierto Tierra Colorada en el Teatro Colón, pero con cuarteto: violín, guitarra, percusión y acordeón. Ojalá que pueda en algún momento relacionarme con instituciones orquestales de Europa, de aquí o de cualquier país, y hacer esa parte de mi música escrita. De hecho esa parte escrita es una herramienta para vincularme con esas instituciones, no solamente las de mi país, sino de cualquier lugar del mundo. Para eso fue hecho ese proyecto. Espero que en el transcurso del tiempo se pueda llevar adelante.
Chango Spasiuk en el ciclo Hamaques de Barcelona.
Nota publicada en el sitio: cancioneros.com