Raul Barboza
Lunes, 16 de marzo de 2015
“Tengo buenos brazos para ir contra la corriente”
Desde que a los siete años tomó por primera vez un acordeón para reflejar los sonidos que le transmitía su padre, Raúl Barboza desarrolló un estilo, y una sensibilidad, que lo convirtió en sinónimo de chamamé por todo el mundo. Descendiente de guaraníes, reivindica tanto al género como a su raza, muchas veces postergada por los enemigos de adentro y de afuera. “Desde la llegada de los españoles, se prohibió hablar en las lenguas originales de las etnias, y el guaraní recién se recuperó en las escuelas hace muy pocos años. Cuando se anula la lengua de un país, se anulan también su cultura y su espiritualidad”, cuenta Barboza con un hablar pausado y ameno, que denota tanto sus raíces como los casi treinta años que lleva repartiendo su tiempo entre Buenos Aires y París.
-¿Cómo hace para reinventarse luego de tantos años de carrera?
-Me gusta improvisar, inventar arreglos en el momento y eso se puede hacer con compañeros con los que uno se entiende bien. Es una especie de matrimonio, donde el conocimiento mutuo permite que cada concierto sea distinto de otro, por más que se toquen los mismos temas.
-Durante enero participó del Festival de Chamamé en Corrientes, que tuvo una presencia importante en la Televisión Pública. ¿Es un género en crecimiento?
-No creo que haya crecido, siempre tuvo el mismo nivel, lo que pasa es que hay ojos ciegos que no quieren verlo, oídos sordos que no quieren escucharlo e intereses económicos que eligen otro tipo de música. Y eso es algo que me duele y me da tristeza, aunque sigo remando hasta el día de hoy. Por suerte tengo buenos brazos para ir contra la corriente.
-¿Siente que con su obra aportó para que el chamamé tenga el mismo reconocimiento que otros géneros folklóricos?
-Yo no me siento embajador para nada, ese fue un mote que con alguien puso en un diario europeo con mucha generosidad. Pero no me considero el único que intentó que la música del litoral fuera respetada y amada, te puedo nombrar artistas como Tránsito Cocomarola, y Ernesto Montiel, con el Cuarteto Santa Ana, que tocaba en las radios al lado de Piazzolla y D’ Arienzo. Y aprendí mucho de mi padre, que sin haber ido a la escuela tenía el respeto por la música que hay que tener.
-Toca regularmente en diferentes lugares del mundo ¿Qué lugar cree que tiene la música argentina?
-Es muy valorada, lo que sucede es que acá hay gente a la que no le interesa que tenga el valor que se merece. Todavía hay muchos que discuten a Piazzolla, y cuando Atahualpa se fue a Europa casi corriendo, hasta estuvo preso.
-¿A quiénes no les interesa que la música argentina sea valorada?
-Yo no puedo dar nombres, pero a mí me quisieron imponer una música que no me representaba, y antes que eso prefiero trabajar de otra cosa, como lo hice. Soy mitad aborigen y no puedo traicionarme a mí mismo, ni a mi etnia; por eso presto atención a todas las músicas del mundo y escucho con el mismo respeto a Yehudi Menuhin que al violinista wichi que se fabrica su propio instrumento con los desechos que el hombre blanco arroja en el monte.
-¿Cree que su obra fue valorada en Argentina luego de tener éxito en Europa?
-Sí, porque cuando empecé a recibir distinciones ya no se pudieron hacer oídos sordos. Pero yo no busco aplausos, fierritos ni diplomas, me gusta caminar por el mundo sin hacer más ruido que el de la música de mi país arriba del escenario.
Fuente: Info News El Argentino