Diario LA CAPITAL
Lunes, 2 de marzo de 2015
Para Antonio Tarragó Ros, "el riesgo del chamamé es el éxito"
Antonio Tarragó Ros dijo que "hoy la transgresión pasa por el folclore" y criticó la frivolidad de la televisión.
El acordeonista confesó su amor por Rosario y sus amigos, desde Llopis hasta Sietecase.
Antonito Tarragó Ros lleva el chamamé y Rosario en el alma. Lo afirma cada vez que puede y no es un cumplido. Es que el hijo del Rey del Chamamé no sólo heredó el amor por la música litoraleña sino también ese corazoncito rosarino por los años que residió en este lugar. Tarragó, que se presenta esta noche en el Monumento junto con importantes artistas (ver aparte), no sólo desgranó su romance hacia la ciudad en la charla con Escenario, sino que también lanzó munición gruesa contra la frivolización del folclore. "El gran riesgo del chamamé es el éxito", dijo el acordeonista, que está a punto de lanzar "MP3", con música de toda su carrera, y un disco junto a la Camerata Bariloche.
"A qué ratón no le gusta el queso" responde Tarragó cuando desde el otro lado del teléfono se le pide un tiempo para una nota con La Capital. En medio de la charla, el músico nacido en Curuzú Cuatiá (Corrientes), elogiará a Quique Llopis y Jorge Fandermole; recordará a Lalo de los Santos y El Negro Fontanarrosa; pondrá un ringtone de "¡Ah!, mi Corrientes porá", cantado por Ramona Galarza y dirá que "es de un rosarino, Lito Bayardo"; y también elogiará al Chacho Müller, a Carlos Pino y a sus amigos Reynaldo Sietecase y Jorge Cánepa.
¿Por qué tanto amor por Rosario?
—Rosario ha sido siempre muy generosa con todos los provincianos. Soy de Curuzú Cuatiá pero me formé en Rosario, si hasta hablo en rosarigasino. Mi papá me enseñó a amar a Rosario, mi viejo se fue del mundo en esa ciudad. Yo vivo en Villa Elisa hace 25 años, pero viví en Rosario a fines de las década del 60, con Los Trovadores, el Chacho Müller, Arsenio Aguirre (cantante y autor folclórico), era un mundo de arte y de compromiso. En esa época no esperes que te dé bola una mina si no habías leído a Nietzsche, era un nivel cultural altísimo y te volaba la cabeza.
¿El aire cultural actual se parece en algo al de aquellos años?
—Nooooo, a mí me da mucha pena que no sea así. Yo iba a Arteón, que existe todavía, y me enseñaban a ver Fellini, loco, ¿viste? Y a mirar teatro, o a escuchar el Pro Música de Rosario, y eso te abre la cabeza. Yo, te digo, desde Emilio Chamorro (integrante del primer conjunto popular de chamamé, Los Hijos de Corrientes) y mi padre pasando por el Chacho Müller y Armando Tejada Gómez, hasta el gran amor, de enamorarme y adelgazar 30 kilos, que jamás te voy a decir el nombre, todo eso me pasó en Rosario. Me siento muy rosarino, y los compañeros me sienten muy rosarino, mi segunda patria es Rosario, no tengas dudas.
¿Cómo ves el chamamé en la actualidad, considerás que el género va ganando terreno?
—Mirá, el gran riesgo del chamamé es el éxito, éste es un momento de mirarse, y mirar para adentro. El otro día me dijeron en Baradero: «Vos siempre fuiste un transgresor». Y yo le dije: «Y lo sigo siendo». Mirá, hoy tengo un trío de acordeón, guitarra y contrabajo, pero fui el primero que puso batería en el chamamé, soy un transgresor, yo soy el único que se viste de gaucho. Hoy en día la transgresión y la resistencia pasan por el folclore.
¿Por qué te parece que es transgresor hacer folclore?
—Por la diversidad, si sos un demócrata, en el más amplio sentido de la palabra, te tiene que gustar la diversidad, y en el único lugar donde está la diversidad es en el folclore. Ahí está la manera de remarcar los acentos, las maneras de hacer los chistes de los rosarinos no es lo mismo que la que utilizan los cordobeses o los santiagueños, es otra manera de pensar, y eso es folclore.
¿A qué te referís al afirmar que el riesgo del chamamé es el éxito?
—Porque el riesgo de estos tiempos es la televisión. Vos vas a actuar y tenés que entregar tu corazón al público que vino a verte y no a la cámara de televisión. Porque si actúo para la televisión y el púbico hace morisquetas para la televisión, entonces ¿cómo es, loco? ¿No era que vinimos a encontrarnos acá y yo vine a abrir mi corazón y vos el tuyo? Es lo mismo que si estoy haciendo el amor y viene un tipo a cebarnos mate, qué se yo, no es el momento para hacerlo.
¿La televisión frivoliza todo?
—Claro, la televisión no puede endiosarse de tal manera que rompa los momentos más mágicos de encuentro entre un artista y el público. Por eso a veces los artistas van al escenario y los ves con esa desesperación, que quieren que cante todo el mundo, que zapateen, que griten, que bailen, que se revuelquen. Loco, ¿por qué no los dejás que se emocionen, que se acuerden de la madre, del abuelo, que les pase algo en el alma? Se creen que el festival tiene que ser alegría, y no hay nada más parecido a la estupidez que la alegría.
¿Te cansa que te pidan siempre "Kilómetro 11"?
—A mí "Kilómetro 11" me hace llorar porque me acuerdo de Cocomarola. Y a mí también me gustan esos temas triunfales, pero uno no puede estar buscando eso continuamente, porque si no un artista termina convirtiéndose en una especie de personal trainer haciendo mover la gente desde el escenario.
Abanico de ritmos folclóricos
Horacio Guarany, Ramona Galarza, Antonio Tarragó Ros, Bruno Arias y Varón del Ludueña protagonizarán el encuentro folclórico, impulsado por la Municipalidad de Rosario y el gobierno de la provincia, en el patio cívico del Monumento, hoy desde las 20 y con entrada libre y gratuita. El espectáculo, con el lema “Todos bajo la misma bandera”, conmemora el 203º aniversario de la creación de la insignia patria por Manuel Belgrano a orillas del Paraná. Las canciones testimoniales de Guarany convivirán en una misma noche con el perfil litoraleño y chamamecero de Tarragó y Galarza, más el carnavalito y huayno norteño de Arias y el color local de Varón del Ludueña.