Plasticidad del chamamé
Miércoles, 9 de octubre de 2013
El músico y acordeonista misionero grabó en el teatro su próximo disco, acompañado por su sexteto y con un ensamble de cuerdas.
El Chango Spasiuk tocó el domingo en el Teatro Colón, en el marco del ciclo Intérpretes Argentinos, y llevó a su música a una dimensión diferente a la habitual. Expandiendo a distintas partes de su obra los alcances de ese “juego” del que hablaba un par de años atrás, cuando incluía la Suite Nordeste en su álbum Pynandí, como “una manera de demostrar que el chamamé es un lenguaje que resiste un montón de estructuras estéticas”.
Acompañado por su sexteto, en la primera parte, y por el Ensamble Estación Buenos Aires -formado por una decena de músicos-, más Rafael Gintoli como violín solista y sus compañeros de ruta Juan Pablo Navarro (contrabajo) y Marcos Villalba (percusión), en la segunda, Spasiuk puso en su tiempo presente un repertorio en estado permanente de transformación.
De ese modo, con Tristeza y El camino, ambos de Pynandí, Spasiuk dio comienzo a un viaje por paisajes que se sucedieron. Encarnados en las voces de Diego Arolfo y Villalba cantando el orgullo del tarefero en Tarefero de mis pagos; en la combinación de la melodía de Vera con el ritmo de Starosta, de Polcas de mi tierra; en el aroma de infancia ida de Viejo caballo alazán, también de Pynandí, como La ponzoña, escenario de un fascinante diálogo entre el acordeón de Spasiuk, el contrabajo de Navarro y el violín de Víctor Renaudeau, sobre el apoyo rítmico de las guitarras de Arolfo y Alfredo Bogarín y la cadencia del chelo de Heleen de Jong.
Respetuoso del valor de la tradición, el Chango eligió a Isaco Abitbol, a través de su Alvear orilla, para abrir la segunda parte, ya con Gintoli y con el ensamble de cuerdas, bajo la dirección de Popi Spatocco. Y ratificó eso de la resistencia del género a diferentes “estructuras estéticas”. Como lo hizo con el tratamiento de la introducción de Chamamé crudo, y con la alternancia de las cuerdas con el violín solista y el acordeón como protagonistas a lo largo del tema.
Una alternancia que transcurrió con una enorme fluidez, basada en gran medida, en el acertadísimo criterio de Spatocco a la hora de balancear sutileza y potencia en el diseño de los arreglos de las cuerdas. En sintonía con el equilibrio que hace tiempo encontró Spasiuk entre el virtuosismo y la riqueza armónica de su acordeón, virtudes esta vez compartidas con Gintoli, tanto en la simpleza de Mejillas coloradas, como en la complejidad rítmica de Pynandí -a dúo con Gintoli- o la armónica de la maravillosa Misiones o de la Suite Nordeste, que marcó el comienzo del fin de un concierto que será el primer álbum en vivo del Chango.
Para el final, Kilómetro 11 instaló a Tránsito Cocomarola en el Colón, de la mano del Chango -a solas con su acordeón-, que luego tributó a Astor Piazzolla con Libertango, y que cerró con Tierra colorada, con el sexteto y el ensamble -debió repetirla, a pedido del público- , un concierto de ésos que el tiempo no puede borrar de la memoria con facilidad.
fuente clarin.com