Miguel Lopez Breard
Martes, 2 de julio de 2013
¡Los he visto llorar...!
Aquel isleño que recuerdo, puede ser Don Ayala, Espindola, u otro de esas islas nuestras, donde criaron sus hijos con el rigor de la naturaleza. Hombres y mujeres hechos en el dolor de esa interperie que son las distancias. Hoy ... ¡Los he visto llorar...!
El río, el milenario y padre río de nuestros ancestros, esta vez se ensaño con ellos, con nuestros hermanos de condición, siendo devastador hasta la crueldad, arrasando a su paso indomable el rancho viejo que cobijo tantos sueños, aquel mandarino oloroso que acunó la hamaca de la gurisada, ese horcón solitario que marcaba el puerto, la chacra, y hasta la tacuara con la cabeza de caballo que custodiaba desde lo más profundo de sus creencias que nadie ojee sus plantios. Pasaron los dias y la lechera nila con su cría no aguantó, un día se fue boyando aguas abajo desde el mogote donde estaba guarecida con el resto de las calchas.Todo fue inutil, los rezos, o los cabos de velas prometidos a la Virgen, ante la persistencia de estas creciente pocas veces vista.
Y aquel isleño que recuerdo, perdio su vista en lontananza sobre el lomo bravío de este insaciable río y dejó correr su imaginación tras un tronco que boyaba al garete, buscando alguna explicación a tanto mal, a esta crecida que no da respiro a su desgracia, a la de todos los isleños, preguntandose quizás, ¿Que hice Señor para merecer este destino? y lo vi llorar, yo tambien llore...