“No soy autora, gracias a Dios”
Viernes, 22 de febrero de 2013
“No soy autora, gracias a Dios”
Así declaró Ramona Galarza a la Revista Ñ de un diario Porteño. La cantante habla de la historia familiar, el miedo al río, su amor por el guaraní, los prejuicios que superó contra la música de su tierra y promete, tal vez, grabar otro disco.
Lo mismo que si en ella encarnara alguno de esos seres mitológicos que habitan en el imaginario de las provincias, muy peinada al spray y con vestido vaporoso, Ramona Galarza discurre por las callecitas de un pueblo rural. Cae el sol y tararea junto al río la coda de “Viejo Caá Catí”, chamamé de Romero Maciel y Albérico Castilla, y ni el rigor del playback la sorprende sin un gesto genuino. La escena pertenece a una de esas películas que Fernando Ayala y Héctor Olivera filmaron a principios de los 70, rejunte de estampas adobadas por los comentarios patrioteros del animador Julio Márbiz que, aun a pesar de su estilo chusco, casi deudor de un kitsch inconsciente, hoy sirven como testimonio de una época en la que todavía se escuchaba música con detenimiento y donde el canto de raíz popular, incluso en sus manifestaciones más envilecidas y festivaleras, ocupaba un lugar preponderante en audiciones radiales y televisivas. Ramona Galarza es, entonces, una de las pocas representantes vivas de ese tiempo. Su rol en la difusión de la música del litoral pasó por encima el desprecio inicial del público de Buenos Aires y su nombre debería llevar letras de oro cuando alguien, algún día, escriba la historia. Es cierto, hace mucho que no graba, pero sus presentaciones por todo el país la mantienen activa y sigue buscando nuevo repertorio. por Diego Manso
Revista Ñ -Diario Clarín
-¿En qué lugar específico de Corrientes naciste? -En la ciudad. Tengo mi casa vieja todavía, que heredé de mis padres, cerca de lo que antes era el puerto. Cerca del río, que a mí no me gusta el río.
-¿Cuando eras chica tampoco? -No sé por qué le he tenido miedo siempre. No lo quiero ver ni en películas, no sé por qué será. Y mi casa está justo en la mitad de cuadra, donde hay una plazoleta del tamaño de la cuadra, que se llama Plazoleta Italia.
-¿Esa casa es grande? -Antes había un salón comedor donde mi papá tenía un boliche, pero cuando él murió le dijeron a mi mamá si quería alquilar. Entonces ella sacó todas las cosas que había y lo mandó cerrar. Lo que yo tengo ahora es un pasillo largo, un dormitorio que es bastante grande y después la cocina, el baño y eso es todo.
-¿El boliche estaba adelante? ¿Cómo era la clientela? -Sí, adelante. Iba la gente del puerto, porque antes había mucha actividad ahí. Y también algunos chamameceros que esperaban la balsa para ir al Chaco. Algunos iban a almorzar, a tomar vino, y después seguían viaje.
-¿Tocaban música? -No sé, porque yo no me acuerdo de eso. Iban a charlar con mi papá, eran amigos.
-¿Pero se cantaba en tu casa? -Yo cantaba lo que escuchaba en la radio. Antes se escuchaba música, ahora no. En Corrientes se escuchaba mucho tango y después estaban los programas de chamamé en la emisora local, pero también podíamos sintonizar Radio Chaco. Ahora es todo periodístico, pero antes sólo decían los avisos y después pasaban alguna canción.
-¿Quién se dio cuenta de que cantabas bien? -No te sé decir. Es que mi mamá tampoco era que me fomentaba mucho, para que me dejara venir a Buenos Aires me costó mucho. Yo vine a casa de mi madrina en La Boca, me acuerdo.
-¿Qué edad tenías? -Cerca de 20 tenía. Yo a los años no les llevo el apunte.
-¿No decís tu edad ni loca? -No existe la edad, jamás nadie puede decir que yo le haya preguntado los años que tiene. Me interesa la persona, no la edad. Y si digo la verdad van a decir que miento. Cuando hay gente amiga que dice su edad, ni la escucho. No me acuerdo ni los años de la única hermanastra mía que vive, que es mucho más chica que yo. Del único que sabía era del último hermanastro que falleció.
-¿Son hijos de un matrimonio anterior de tu padre? -No, no. El tenía sus cosas por ahí, yo no lo critico. Mi madre se ha llevado bien siempre con todos los hijos de mi papá, era una mujer conciliadora.
-¿Y vos te enterabas que tenías un hermanastro al mismo tiempo que nacían? -No, después me enteré. Empezamos a encontrarnos.
-¿De tu madre y tu padre sos la única hija? -La única. Después venía Pedro, después esta hermana que vive todavía y el más chico que hace diez años que se murió.
-¿Tus hermanos tenían el mismo apellido que vos? -Sí, claro.
-¿Tu papá los inscribía? -Claro, qué problema hay…
-Pero antes no se hacía con los hijos naturales. -Pero él sí. No sé si sabés que yo no soy Galarza, mi mamá era Galarza. Entonces usé mi primer nombre y mi segundo apellido.
-¿Cuándo te lo cambiaste? -Cuando empecé en una orquesta, como cancionista.
-¿Por qué lo cambiaste? Me parecía que quedaba mejor ese apellido con Ramona, porque Onetto…
-¿Tu papá era argentino? -Sí.
-¿Y tus abuelos? -No sé porque mi papá murió y me vine a Buenos Aires muy joven y no hubo tiempo de hablar.
-¿Cómo fue que viniste a Buenos Aires? -Porque fueron a hacer una película allá en Corrientes. Esa famosa película Alto Paraná (Catrano Catrani, 1958). Como el director musical era el maestro Emilio Jiménez, amigo de mi padre, me recomendó. No canto en la película, hice un papelito menor. Entonces me dicen que por qué no vengo a poner las voces a Buenos Aires, pequeñas cositas, palabritas. Ahí me instalé en casa de mi madrina. Después, el mismo maestro Jiménez me lleva a un sello grabador. Allí me recibió el director, me escuchó y me dijo: “¿Con ese nombre va a cantar?”.
-¿Qué cantaste ese día? -Lo de la película, Kilómetro 11, que yo lo hacía un poquitito así a capella en un personaje que iba a la iglesia. Firmé un contrato y después de eso me llevó a la radio un locutor que era correntino y trabajaba en Splendid.
-¿Qué es eso que grabaste? -Kilómetro 11 y Virgencita del río.
-¿Hablaban guaraní en tu casa? -Mi padre entendía alguna cosa, pero no lo hablaba. Mi mamá, que venía del interior de Corrientes, hablaba todo. Yo aprendí de escuchar a mi bisabuela, que estaba con nosotros en otra casa que teníamos y la cuidábamos. Nunca supimos cuántos años tenía, hablaba todo en guaraní. Pero el idioma hay que charlarlo y acá no tengo con quién hablar.
-¿Te gusta? -Me encanta, me encanta. Acá está la gente paraguaya, pero ellos hablan un guaraní más completo que nosotros, algunas palabras son más difíciles que las nuestras. El otro día, caminando hacia Cabildo, pasé por una obra y no sé lo que estaban diciendo en guaraní y yo les contesté algo y ellos se quedaron desconcertados, no sabían de dónde venía la voz que les respondía. Los paraguayos hablan muy bien.
-¿Vos querías ser cantante? -A mí me gusta cantar.
-¿No pensaste en otra cosa? -Yo quería cantar. Me hubiese gustado estudiar abogacía, pero hice un secundario que no sirvió, fui a una escuela técnica.
-¿Terminaste el secundario? -No, qué lo voy a terminar. Estudiaba música y tampoco terminé, pero creo que tengo buen oído. Y hay una cosa que Dios nos da sólo a algunos, que es la afinación. Hay algunos que parece que cantan bien, pero desafinan de lo lindo. Eso viene con uno y difícil que se pueda conseguir estudiando. Yo siempre me manejé con médicos foniatras hasta que un buen día, después de mucho tiempo, uno me dijo que vaya a una maestra de canto para que me enseñara alguna técnica y no tener problemas. Me sirvió mucho aprender esa respiración. La fonoaudiología es lo más importante.
-¿Cuándo empezás a pegar fuerte en Buenos Aires? -En los años 60, cuando empieza a venir todo el folclore y…
-Disculpame, Ramonita, pero no era lo mismo el chamamé que el resto del folclore. -Estaba mal visto, es cierto. Si a mí me decían por qué cantaba eso. “Porque me gusta, es la canción de mi provincia.” Estaba mal visto, no porque no hubiera buenos intérpretes en esa época, sino porque los bailes a veces terminaban mal.
-Pero hasta el día de hoy casi todos los bailes terminan mal, ¿cuál era el prejuicio real? -No les agradaría o era poco difundido también.
-Decime vos si estoy en lo cierto: mucha gente que venía del Litoral a Buenos Aires trabajaba de servicio doméstico y… -Es verdad.
-Y para mucha gente el chamamé era la música que escuchaban sus mucamas, por eso la despreciaban. -Claro, una revista dijo una vez que mi nombre era de empleada doméstica. A mí me resbala todo, porque además “Ramona” es una canción de Mabel Wayne.
-La cantó Gardel esa canción, es cierto. ¿Sentís que tuviste que luchar contra esa resistencia que afectaba al chamamé? -Luchar, luchar. ¡Yo iba y actuaba! Me iba muy bien. Le debo todo a Buenos Aires, la primera que aceptó eso que yo traía.
-¿No querías llevar el chamamé como una militancia? -No, yo vine a probar suerte y gracias a Dios me fue bien. Nada más. Yo hacía programas en la radio al mediodía y a la noche. Con orquesta y conjunto. Radio Splendid tenía un auditorio hermoso en la calle Uruguay, siempre repleto. Después recorrí todo el país de arriba para abajo.
-¿Cuántos discos grabaste? -No sé, unos cuantos. Yo no soy autora, gracias a Dios y a la Virgen, si no grabaría sólo lo mío y hay canciones hermosas. Pero igual no era de grabar mucho tampoco. No me gusta el encierro, para mí es una tragedia.
-¿Vas a volver a grabar? -¿Para qué, si te roban todo?
-¿Quiénes te roban todo? -¿Quién es el que más roba la música?
-No sé. -Sí, vos sabés.
-¿Las discográficas? -No, las computadoras. ¿Para qué voy a grabar? ¿Para que todo el mundo lo tenga gratis? Así no tiene gracia. A lo mejor grabo algo el año que viene, pero me voy a tomar mi tiempo.
-Como digas. Tengo un vinilo donde cantás boleros de Agustín Lara. Un disco hermoso. -Ah, sí. Había ido a la compañía a preguntar algo a mi marido, que era el director artístico, y sale un señor que tenía que ver con las grabaciones del exterior y me pregunta si no me animo a hacer unas canciones de Agustín Lara como homenaje y yo de caradura le dije que sí. De esas canciones que elegimos creo que algunas no las grabó nadie nunca más.
-Es que el repertorio de Lara es muy extenso. -No fue muy difundido ese disco ni nada. Y como yo no soy de pelearme. Aunque a lo último me peleo por las cosas injustas.
-¿Cómo conocés a tu marido? -En Odeón, cuando me llevó el maestro Jiménez.
-¿Fue el que te escuchó el primer día? ¿En serio? -Claro, el que me dijo “¿Con ese nombre piensa cantar usted?”
-Uh, qué loco. -Cuarenta años juntos.
-¿Quién te puso “la novia del Paraná”? -Es una canción de Osvaldo Sosa Cordero y mi marido le pone a la grabación “La novia del Paraná”. El es el culpable al final.
-
O sea que no le gustaba tu nombre y al final te rebautizó. -No me había dado cuenta, ¿viste vos qué cosa?
-Y, además, qué curioso que seas “la novia del Paraná” con el miedo que le tenés al río… -Yo lo miro de lejos, le tengo mucho respeto.
-¿Cuándo enviudaste? -Hace siete años. Pero no pongas que vivo sola, porque tengo dos siameses, mi Morotí y mi Cambacito. Fijate que mi hermano Pedro era un psíquico, cuando decía algo se cumplía. Un día me dijo: “Vos vas a tener un gato siamés y le vas a llamar Faraón”. Después de más de veinte años viene apareciendo una parienta de mi madre con un gato siamés al que le terminé poniendo Faraón. Mi Faraón. Se me murió él, muy mal. Pero yo tengo una idea fija que no te la voy a decir…
-¿Cómo que no? Decime. -Dicen que los animales cuando hay un mal pensamiento para sus dueños ellos lo reciben primero. Aunque muchos van a decir que soy católica y no puedo pensar eso. A mí me resbala.
-¿Tu hermano era vidente? -No, era psíquico. De repente un día me llamó: “Se va a morir alguien”. Me desesperé, tenía a mamá en Corrientes. No pasó una semana que se murió el esposo de una sobrina nieta nuestra. El siempre me decía: “Sé valiente, Ramona, sé valiente. Yo siempre voy a ayudar espiritualmente, siempre voy a estar con vos”. Hay gente que ve cosas. Yo he visto una vez algo, en el Colegio Militar, cuando fui a una cena. Vi que alguien se acercaba y pregunté, “¿quién viene con nosotros?”. Y de repente desapareció.
-¿Un fantasma? -Son apariciones, pero no se muestran a todos, sólo algunos las vemos.