Una multitud se movió por el
Anfiteatro Mario Tránsito Cocomarola para disfrutar de la larga noche de estreno de la
23ra edición de la Fiesta Nacional del Chamamé, en el que la identidad litoraleña se expresa rotundamente y se muestra al mundo.
La novedad de un imponente escenario de 12 metros rodeado por pantallas gigantes sobre el que cada artista pudo disfrutar de una puesta sonora, lumínica y de video específica, exhibió el salto de calidad de un encuentro que combina de manera radical las marcas de una cultura que quiere ser palpada y disfrutada sin tener que resignar nada de su liturgia.
“Esto es lo que somos” parece ser la orgullosa sentencia que domina un festival que ha sabido posicionarse a la altura de Cosquín entre las ofertas de música de raíz del verano argentino.
Se trata de exhibir en un envase bello y cuidado, una pertenencia sin concesiones que es capaz de abarcar sonidos, olores, estéticas, sabores y creencias, desde las que el chamamé desata una fiesta que procura demostrar cuán adorable y apreciable puede ser su vigoroso acervo cultural.
Alrededor de las 22 los acordes de “A mi Corrientes porá”, a cuento de un homenaje a su autor Salvador Miqueri, ejecutados por la Orquesta Folclórica de la provincia, fueron los que abrieron sobre el tablado Osvaldo Sosa Cordero la edición 2013 de esta celebración popular.
En la grilla artística de la primera velada se destacó Mateo Villalba al frente de un terceto de guitarras capaz de sintetizar la fuerza y la delicadeza de esta música.
“Esta fiesta nos pertenece a los correntinos”, destacó el guitarrista al abordar un repertorio que adeuda a la escuela de Ramón Alberto “Pocholo” Airé y que se basó en el repertorio de su más reciente disco “Terruñero”.
Al calor de ese cancionero, a las cuerdas de Villalba y sus virtuosos acompañantes se agregaron voces como las de Gabino Chávez para festejadas versiones de “Corrientes” y “Camino del correntino”.
Sin atarse específicamente a los tiempos de la programación musical y, en cambio, disfrutando también del entorno del predio en el que sobresale una suerte de altar en forma de cúpula que le rinde tributo a la Virgen de Itatí, la concurrencia fue parte protagónica de la fiesta.
Y el público asumió ese rol sin histerias y se acomodó a disfrutar de todo lo que ocurre después de instalarse junto a unas gigantescas heladeras familiares que lo ayudaron a sobreponerse de los sofocantes calores diurnos y a sumarle fervores a la cita.
Otro punto alto de la apertura los marcaron Los Núñez, el exquisito trío que reúne a Juan Núñez (bandoneón), Marcos Núñez (guitarra) y Chacho Ruiz Guiñazú (percusión).