La noche está cerrada en Esquina, llegando a la casa de
Javier Herrera los árboles custodian la entrada y velan por la paz del lugar. Javier es el acordeonista del
Conjunto San Martín, quienes ya han grabado dos discos,
“volviendo a Esquina” y
“vocación chamamecera”. Estamos en los primeros días de agosto, las bajas temperaturas se hacen sentir aunque el anfitrión nos invita a tomar algo para apagar el frío. Rodeados de cuadros y discos chamameceros hablamos de música y del paisaje esquinence.
Por paulo ferreyra especial para corrienteschamame.compaulo.ferreyra@yahoo.com.ar “Recuerdo una frase que dice que nadie es profeta en su tierra. Pues cuando siento lo que nos está pasando en Esquina creo que no somos profetas en nuestra tierra”, dispara Javier. El es profesor de Educación Física, trabaja en escuelas de este pueblo y aprendió a tocar el acordeón en Buenos Aires, donde estudio y también trabajó.
Javier Herrera me recibe en su casa y apagamos el frío mientras bebemos algo. “Aquí en Esquina hay muchos músicos – comenta – por ejemplo
Tito González, un bandoneonista excepcional que tocó con Ramón Merlo durante mucho tiempo, pero además toco con los músicos que venían aquí como Isaco, Montiel o Cocomarola. A veces uno valora más lo que viene de afuera. Aquí tenemos grandes conjuntos como
Taraguí Trío o Ñanderekó.
El
Conjunto San Martín estuvo en la ciudad de Buenos Aires en el mes de Julio promocionando su segundo material discográfico,
Vocación Chamamecera. En la oportunidad visitaron el estudio de Radio Nacional Folclórica donde hicieron pública su quinta presentación en la Casa de Corrientes. Además esa noche tocaron junto a
Juan Manuel Silveira, Luís Cardozo y Manuelito Cruz. Cuando mediaba la presentación del conjunto San Martínl Carlos Obregón, importante difusor de música en aquellos pagos, interrumpió la velada para algo especial. En ese momento se le hizo entrega al conjunto San Martín del mítico “poncho montielero” a cada integrante del conjunto. Fueron llamando a distintas personas para la entrega, a Federico Obregon, le entregó Adriana, esposa de Carlos Obregón. A Osvaldito Ramírez le entrego Lorenzo Gómez, fervoroso seguidor de Conjunto San Martín y hermano del gran acordeonista ¨Gomecito¨. A Javier Herrera le entregó el poncho Blasito Martínez Riera.
El día sábado el conjunto abrió el fuelle en el
Centro de Residentes Correntinos de La Plata y el domingo – quizás el día más histórico del conjunto tocaron en el Salón Verdi de la Boca, considerado el
Templo del Chamame, en ese mismo escenario se presentó por primera vez el Cuarteto Santa Ana de Montiel e Isaco Abitbol allá por 1942. “La gente sorprendida aplaudía cada tema y como frutilla del postre interpretamos Villanueva con glosas de Carlos Serial, cantando a dúo con Osvaldito Ramírez”, comentó Javier.
Recorriendo las calles de Esquina, sus casas añejas y su costanera coqueteando con el río me entero de que hace poco hubo un festival y el Conjunto San Martín no estuvo presente. “No nos invitaron ni siquiera para mostrar lo que hacemos, sin embargo la adhesión que tenemos de Antonio Tarragó Ros, Carlos Serial, Ernestito Montiel, Ariel Acuña, entre otros, toda esa energía nos ayuda a sobrellevar los malos tragos”, comenta Javier.
“A gustar del chamame” Javier aprendió de grande a tocar el acordeón. En su casa cuenta que su papá escuchaba chamame, “siempre había chamame en el auto”, dispara. “Sentía una atracción, me decía algún día voy aprender a tocar el acordeón”. Javier vacila y sostiene que tenía entre 15 o 17 años cuando estando en Buenos Aires le pide a su padre que le acerque el acordeón que era de su abuelo, lo iba hacer arreglar e iba aprender a ejecutarlo. “Papá rezongó un poco porque pensó que iba a guardar el acordeón y no iba a usarlo. Sin embargo no sólo lo arreglé sino que también aprendía a tocar, empecé a involucrarme con el acordeón, a gustar del chamame”.
Con el tiempo Javier fue afinando su oído, el chamame lo fue envolviendo cada vez más. “Tengo un montón de discos de chamame – cuenta – pero me fui inclinando por la música de Montiel. Me abuelo tocaba el acordeón, no lo conocí mucho pero desde que comencé a tocar aquí en Esquina mucha gente se me acerca y me cuenta cosas de mi abuelo. Entre las cosas que fui conociendo de mi abuelo lo más curioso fue saber que tenía una pista de Baile en la ciudad de Bueno Aires, en la Ferrer, que se llamaba Club San Martín”.
Javier esta contento, su sonrisa lo remonta a los recuerdos reciente del conjunto y su alegría se contagia en cada anécdota. “Muchas cosas se fueron sucediendo y alimentaron mi deseo de seguir estudiando y disfrutando también de la música litoraleña”.
Caminando por la costanera, escuchando el silencio del río y de los pescadores, pienso cómo se traduce todo eso en un chamame. Javier no busca mucha respuesta, casi como una bala sentencia, “sin darte cuenta, cada nota, cada compas del chamame esta representando el paisaje y el entorno donde nació la música. Más allá del lugar donde se escuche nuestra música la raíz del chamame siempre va a estar acá, en el litoral argentino. El cancionero popular esta cargado de temas que transmiten todo el poder de la naturaleza litoraleña, los temas cantados que hablan del destierro, de la lejania del pago, del amor, y enseguida florecen Mario Millan Medina o Mario Bofill describiendo nuestras costumbres”, confieza Javier.
Naturaleza y juventud Compartimos con Javier Herrera sobre las inquietudes que se dispararon en corrienteschamame.com sobre si el chamame debe volverse en sus contenidos más urbano. Siempre hablando desde el punto de vista de las letras. “No creo que le guste o cuanto le puede gustar al chamamecero que esta música se vuelva urbana. La gente del chamame en Buenos Aires buscar tener contacto con ese lugar que dejaron su familia o sus amigos a través de la música, el chamame es el puente con ese sentimiento que llevan adentro. La gente que conoce de chamame busca el sentido tradicional de la música”.
En los discos de Javier ciertamente hay lugar para muchos músicos chamameceros. El esucha a los músicos de su generación, aunque advierte que en Esquina no hay múchos jóvenes que toquen chamame. “Si miramos un poco más afuera – comenta – esucho a Manuelito Cruz y Ernestito Montiel, son grandísimas personas y muy buenos compañeros. Angel Montiel por ejemplo, con 20 años tiene uno de los bandoneones más grandes que hay en la actualidad, toca con un sentimiento y una capacidad increible.
Vocación chamamecera Con respecto a la diferencia entre el primer y segundo disco del grupo Javier está convencido que hubo un crecimiento. “Se nota mucho en la calidad interpretativa, en realidad hay muchas diferencias. Crecimos”, cuenta y una sonrisa mezclada con orgullo se dibuja en su rostro. “En el primer disco grabamos con dos voces invitadas, una de ellas fue Osvaldito Ramírez que terminó formando parte de nuestro conjunto. Hoy en día todos elogian la voz de Osvaldito.
Cada disco trajo consigo temas nuevos, entre ellos rascatamos “El timbo”, tema donde sobrevuelan la reunión familiar, la musiqueada y el asado del domingo. “También hay un tema que se titula “Karaí Salvador”, comenta Javier, es un tema dedicado a mi abuelo y a mi papá, pues los dos se llamaban Salvador.
A la hora de hablar de las composiciones Javier advierte que tiene “capacidad limitada”. Si bien comenzó a tocar el acordeón y aprendió a tocar los temas clásicos popo a poco se fue despertando “una parte cretiva sobre la música. Cuando vivía en Buenos Aires todo era más difícil, pues las distancia entre un lugar y otro te pueden llevar horas. En cambio aquí en Esquina tengo uno hora libre entre clase y clase y vengo a casa y tomo el acordeón para seguir tocando”. Allá era imposible hacer eso, salvo que se lleve el acordeón consigo, aunque Javier no tarde en aclarar que su clave pasar por el ensayo permanente.