Sábado, 27 de Abril de 2024
El chamamé como puente entre dos culturas
Viernes, 22 de mayo de 2015
Luiz Carlos Borges, referente de la música en el sur de Brasil

Luiz Carlos Borges escuchó el chamamé en las radios de frontera y quedó inmediatamente prendido. Su padre, un músico que tocaba en la verdulera chotis y valseados, le pasó su instrumento cuando tenía seis años, como si fuera un legado. No imaginaba que su hijo saldría de la pequeña comunidad brasileña de Vila Seca tocando chamamé y que tendría la oportunidad de ser amigo de Mercedes Sosa, o que incluso tocaría para el mismísimo Ernesto Montiel, maestro del género. "Recuerdo la vez que toqué para él su tema «La ratonera» y me dijo: «Este muchacho está autorizado para tocar chamamé»."
Por Gabriel Plaza | LA NACION

Después de treinta discos y convertirse en un referente de la música del Rio Grande do Sul, el presente de este acordeonista brasileño cambió. "Yo entré a la Argentina por el lenguaje del chamamé, pero hoy te confieso que fui avanzando un poco más sobre otros terrenos. A partir de mi amistad con músicos como Liliana Herrero, Juan Falú y Mercedes Sosa se me fueron abriendo otros caminos", cuenta el compositor.

Esos caminos lo llevaron a integrarse a otras músicas de la Argentina y reflejarlos en exquisitos discos, como Luiz Carlos Borges con amigos. Hoy, a las 21, en el Torquato Tasso (Defensa 1575), compartirá ese lazo de amistad musical con artistas como Juan Quintero y Luna Monti, el Chacho Echenique del Dúo Salteño y el Chango Spasiuk, un viejo conocido con el que tocaron muy pocas veces juntos. "Con el Chango somos grandes amigos desde hace mucho, pero no se nos ha dado la posibilidad de tocar. Los dos somos del mismo lugar, salvo que yo soy del lado brasileño y el Chango, del lado argentino. Somos dos misioneros", dice el artista gaúcho.

En esta apertura musical no hay ningún tipo de especulación. Borges se sincera: "Estoy abriendo horizontes musicales y aumentando el terreno de trabajo; voy a lugares que no fui nunca. Pero te puedo decir que no es que esté pensando en un mercado o largando la semilla para facturar con eso, exactamente es al revés. Lo que me gusta es compartir la música con otros, y eso me deja tan contento que no pienso en otra cosa".

Al chamamé le debe su primera pasión. Les dio dolores de cabeza a sus padres cuando, a los 13 años, cruzaba la frontera para ir a los bailes donde tocaban Montiel y Raulito Barboza. Con el tiempo, encontró en el género la inspiración para crear su propio mundo sonoro. "Todavía sigue muy presente en mi música el chamamé, al que fui agregando otras cosas de Brasil, como las raíces del chorino y otros géneros de la música popular. Por ahí, si escuchás un chamamé mío vas a sentir que se mete Tom Jobim o Piazzolla porque tengo la cabeza muy abierta a las informaciones musicales."

En esos intercambios con la música de Brasil y la Argentina, este músico de las dos fronteras fue creando vínculos artísticos con otros referentes, como el acordeonista Ildo Patriarca. "Escuchando a los maestros de tu país siempre parece que tienen la mejor música del mundo en todo los estilos. Por respeto todavía no me metí con el tango, y eso que fui muy amigo de Ildo Patriarca. Estuve con él en su casa junto a Rául Barboza y nuestra idea era juntarnos una semana para que yo le pasara toques de la música de mi país y él me pasara los toques del tango. Pero no pudo ser. Lo extraño mucho porque era un hombre simple que trabaja en el campo siendo tractorista y era uno de los más grandes músicos que he conocido en mi vida."

-¿Qué le causó tanta fascinación por el chamamé?

-Siento el chamamé como un ritmo apropiado para modernizarlo fácilmente, porque puede caminar por la improvisacion o la armonización, a diferencia de otros cancioneros más duros, que no te permiten mover las melodías o pensar en un arreglo universal. En el chamamé es al revés, recién se está descubriendo todo su potencial. Cuando lo escuché me enamoré enseguida de Montiel, Cocomarola, el viejo Tarragó Ros y Raulito Barboza. Yo pienso que ya no toco tanto chamamé a la manera de antes porque cuando empecé a componer cambió mi estilo. Pero puse una semilla fuerte en mi región y el resultado es toda una generación de chamameceros del Brasil entre 12 y 30 años que vienen tocando muy bien el chamamé por ese antiguo Borges. Para mí, el chamamé es la música del futuro, es el próximo jazz



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